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A ti, Dios Padre, todo honor y toda gloria

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El Evangelio de este Domingo V del tiempo ordinario es la continuación del Sermón de la Montaña.

Ese sermón comienza con las bienaventuranzas, que se habrían proclamado el domingo pasado, si no se hubiera celebrado ese día la Presentación del Señor.

Jesús formula dos comparaciones paralelas: "Ustedes son la sal de la tierra... Ustedes son la luz del mundo".

El primer miembro de la comparación es el mismo: "Ustedes" y se refiere a sus discípulos.

Pero el segundo miembro son cosas muy distintas: la sal y la luz. La acción de sus discípulos es comparada por Jesús con la acción de esos dos elementos.

El ámbito de acción, sin embargo, es el mismo: sal "de la tierra" y luz "del mundo".

Ya en el Salmo 24,1 ese mismo ámbito era descrito como pertenencia de Dios con los mismos términos: "Del Señor es la tierra y cuanto contiene, el mundo y sus habitantes".

Esas comparaciones son, en realidad, un mandato; es lo que los discípulos de Cristo "deben ser".

Son la expresión de una misión. Lo primero que debemos observar, entonces, es que Jesús tiene pretensiones de universalismo.

Él quiere que el Evangelio (el gozoso anuncio de la salvación operada por Jesucristo) llegue a toda la tierra y la transforme; a todo el mundo y lo ilumine con la verdad.

La fe cristiana es esencialmente misionera, apostólica, y ese envío es universal, debe alcanzar a todos los pueblos y a todos los seres humanos.

El cristiano no ha cumplido el mandato de su Señor mientras haya en la tierra alguien, aunque sea una sola persona, que aún no conoce a Cristo y no lo reconoce como su Señor y Dios.

Opinar que quienes profesan otras religiones -por ejemplo, los pueblos originarios- ya están bien y no es necesario "perturbarlos" con el mensaje cristiano es una opinión anticristiana, contraria a la mente de Cristo.

Jesús reafirma esta misión universal de manera explícita -no ya a través de comparaciones- en la conclusión del Evangelio de Mateo dando a sus discípulos un mandato que abraza todos los pueblos: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos" (Mt 28,18-19).

Jesús explica cada una de esas comparaciones. La comparación con la sal es exigente: "Si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres".

La sal tiene la finalidad de entrar en los alimentos y mejorar su sabor. No hay nada más inútil que una sal que no produce ese efecto. Es como echar arena a los alimentos. Esa sal no tiene remedio, porque nadie va a salar la sal.

Lo que se hace es arrojarla fuera con molestia y allí es pisoteada. Es una sentencia muy severa de Jesús, que se dirige a los cristianos que se confunden con la masa y no la transforman, porque ellos mismos terminan siendo transformados, opinando en todo como opina la mayoría.

En la comparación con la luz Jesús agrega: "No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa".

Una ciudad situada arriba de un monte, quiera o no quiera, es vista por todos; una luz puesta sobre el candelero, quiera o no quiera, alumbra a todos.

Lo que Jesús quiere decir es que un cristiano verdadero, que vive y habla de manera coherente con su fe cristiana, inevitablemente atraerá a otros hacia la verdad.

Es el caso de los santos, que con su sola presencia y actuación obtenían la conversión de la gente. Lo que es, en cambio, absurdo es que se encienda una luz y se oculte debajo de un cajón.

Ese es el caso de los cristianos que disimulan su fe y ocultan la verdad que ellos han recibido.

Jesús manda a todos sus discípulos: "Brille la luz de ustedes delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre de ustedes que está en los cielos".

No se trata de brillar con luz propia, que será siempre tenebrosa, ni de procurar alabanza para sí.

La gloria debe ser para Dios, porque las buenas obras, cuyo efecto es que los hombres glorifiquen a Dios, son las que podemos hacer porque Dios nos concede poder hacerlas.

La luz más potente es el amor, es decir, la negación de sí mismo para obtener el bien del otro.

Pero el amor es sobrenatural y sólo puede practicarlo el ser humano, si Dios se lo concede, como lo afirma San Juan: "Queridos, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios" (1Jn 4,7).

"Nacer de Dios" y "conocer a Dios" son cosas superiores a las fuerzas humanas.

Sólo puede concederlas Dios; y lo hace junto con el don de su amor.

En la celebración de la Eucaristía reconocemos esto cuando proclamamos: "Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente... todo honor y toda gloria...".

Todo nuestro compromiso como cristianos consiste en hacer que esa proclamación sea verdad.

Emprendedores convierten el verano en fuente de trabajo

La dedicación y la motivación son dos factores que, sumados al apoyo entregado por Fondo Esperanza, permiten que miles de microempresarios puedan potenciar sus negocio.

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Mientras que para la mayoría de los chilenos el verano es sinónimo de descanso, para otros cientos de personas las vacaciones de verano representan una importante oportunidad de trabajo.

Dulces, helados, humitas y pastel de choclo, son sólo algunas de las actividades comerciales que realizan los microempresarios de Fondo Esperanza, quienes vieron en la institución de desarrollo social la posibilidad para surgir.

De esta manera, con la ayuda sumada al esfuerzo y motivación, estos dos meses estivales se logran convertir en la mejor fuente de trabajo.

Así es el caso de cuatro emprendedoras de La Ligua, Buin, Concepción y Temuco que pese a no conocerse, comparten el deseo de salir adelante y hacer sus sueños realidad.

ESFUERZO Y DEDICACIÓN

La responsable de endulzar la carretera es Celia Astudillo de La Ligua, Región de Valparaíso, quien hace siete años comercializa los dulces que hacen famosa a la comuna.

Empolvados, alfajores, chilenitos, cuchuflis o merengue, lo que el cliente necesite, ella lo vende.

"Es un buen trabajo, porque como tengo 50 años, no es necesario hacer un esfuerzo tan grande con el cuerpo", comenta. Sin embargo, como en todo trabajo "hay días buenos y malos, entonces hay que ser perseverantes", cuenta.

Un poco más al sur, en Buin, se encuentra María Aguilar, de 48 años, quien logró montar su propio quiosco y generar una entrada de dinero más para su familia.

En el local se dedica a la venta de helados artesanales, un excelente negocio durante los meses de verano y primavera. Sin embargo, María cuando el calor abandona debe cambiar de rubro.

"En invierno y otoño me dedico a los confites, jugos, colaciones, huevos y cualquier producto que no sea helado", señala.

En Temuco, en tanto, son las preparaciones de Blanca Belmar Provoste las que encantan los paladares.

Empanadas, humitas y pastel de choclo son algunos de los platos con los que agasaja a los vecinos desde hace cuatro años, cuando la ayuda de la institución le dio la posibilidad de desarrollarse laboralmente.

"Mi marido estaba en Fondo Esperanza. De hecho, lleva siete años. Yo hago la producción y él sale a vender. No podría trabajar sin él, ni él sin mí", confiesa.

Se trata de una asociación que ha dado grandes frutos, principalmente a la hora de hablar de la educación de su hija de 22 años que acaba de terminar su carrera de Asistente Social. "Es el mayor logro que hemos alcanzado", agrega, con orgullo y satisfacción.

HUMITAS EN CONCEPCIÓN

Pero los penquistas también han podido ser testigos del aporte de estos trabajadores, de la mano de Nurith Norambuena.

Su historia está marcada por el esfuerzo. Cuando era joven trabajaba lavando loza en un restaurante.

Estando allí, se dedicó a observar la labor que se realizaba, de manera de que, habiéndolo aprendido, se atrevió a cocinar novedosos platos

Fue a partir de ese hecho que su vida tuvo un importante cambio, generando un especial vínculo con la comida.

Y esto jugó un papel fundamental su capacidad de reconocer oportunidades. La temporada estival era una, y no la podía desaprovechar.

Fue así como identificó que las humitas tienen un lugar especial en la mesa de los chilenos cada verano, por lo que decidió convertirla en las reinas de su vitrina.

"Me encanta lo que hago, sobre todo cuando, después de comprar, mis clientes me dicen lo rica que encontraron mis preparaciones", expresa Nurith con alegría.

Sin embargo, el camino no ha sido fácil para esta microempresaria de los sabores, ya que en el pasado ya había intentado emprender sin tener muy buenos resultados.

Por eso, cuando recibió la invitación para sumarse a Fondo Esperanza, al comienzo vaciló.

"Tenía miedo porque años atrás tuve un negocio y fracasé. Hasta que me atreví a empezar de nuevo y, al mismo tiempo, acepté entrar a la institución", recuerda, aclarando que el actual reto le ha dado grandes alegrías y posibilidades de desarrollo.

Fondo Esperanza lleva más de 11 años apoyando el emprendimiento de sectores vulnerables, a través de la entrega de microcréditos productivos, capacitación y redes de apoyo en las 54 oficinas, de las 240 localidades en las que está presente. Con esto busca aportar al mejoramiento de sus condiciones de vida, la de sus familias y comunidad.

Actualmente, la institución se encuentra trabajando por cumplir el anhelo de 100 mil emprendedoras a lo largo de Arica y Chiloé. Una labor que realiza a través Bancos Comunales, metodología considerada mundialmente como una de las herramientas más exitosas para la superación de la pobreza.