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Chile perdió

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Al escuchar la lectura del fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, CIJ, en el pleito de Perú contra Chile, aparecen dos visiones de la Corte.

Primero: reconocen el Hito 1 como punto de partida del límite que va por el paralelo, que era y es la posición chilena.

Segundo: crean y tuercen argumentos, introduciendo temas que nada tienen que ver con los aspectos jurídicos, como asuntos económicos y capturas de peces, mencionando muchas veces el término "equitativo", para finalmente disminuir la longitud del paralelo límite de 200 millas a 80, e iniciar desde un artificial punto A una línea hacia el suroeste hasta un punto B, también creación arbitraria de la Corte Internacional de Justicia de La Haya, CIJ.

En pocas palabras se transforman en una Corte salomónica, que crea y aplica criterios propios para definir este pleito, entregando algo a Perú y esperando que Chile se resigne.

Pero Chile perdió, perdió 22.500 kilómetros cuadrados de su mar, en una decisión salomónica inaceptable.

Son preocupantes las alabanzas oficiales hacia los equipos de funcionarios y abogados que defendieron a Chile. Estos equipos fracasaron y es preciso reconocerlo para mejorar.

También fracasaron los gobernantes y ministros involucrados.

Mirando al futuro tenemos una situación similar con Bolivia, y ante ello vale preocuparse y desconfiar sobre los vaticinios que afirman que Chile ganará.

Además, no existe certeza que Perú demande otras reivindicaciones territoriales.

Chile necesita acciones decididas para defender lo nuestro. Si esto significa abandonar el Pacto de Bogotá, hay que hacerlo.

Cuervos de La Haya

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Es interesante que dos palomas de la paz liberadas en El Vaticano el domingo fueran atacadas por un cuervo y una gaviota, de la misma forma como los intervencionistas atacan a los que han logrado el bien por medio de procesos de mercado.

Los tratados internacionales, aunque sean formalizados por políticas públicas, muchas veces tienen por objeto lograr paz o facilitar cooperación, que impulsen el proceso de mercado. La ubicación del límite marino entre Perú y Chile fijada en los años 30 y 50 es un buen ejemplo del mercado funcionando.

Sorprende que pocos chilenos cuestionan la participación de su país en La Haya. ¿Acaso se acepta esta institución como algo legítimo en el que debiéramos involucrarnos?

No obstante, esta creencia izquierdista es peligrosa para Chile. Ni La Haya ni la ONU son los originadores del derecho internacional, ya que estos principios se han establecido por siglos a través del proceso espontáneo del mercado. Los países en general, y los que residen en Tacna y Arica en particular, pueden negociar solos una solución fronteriza satisfactoria. No es deseable ni necesario usar tribunales de grandes Estados de bienestar para "arreglar" las supuestas fallas del mercado.

Resulta erróneo justificar y aprobar la existencia de La Haya-un poderoso cuervo que amenaza las políticas públicas propias de cada país. Si discutimos con Uruguay sobre su nueva política a favor de la marihuana o los Estados Unidos sobre el aborto y matrimonio gay, ¿nos someteremos al fallo de La Haya con respecto a los temas si los adversarios presentan casos más convincentes a los jueces? Al someterse, la corte internacional socava la soberanía chilena y nuestros tratados.

Es irónico que Chile se ha sometido a poderes europeos nuevamente. Hacer legítimas instituciones como La Haya es ponernos bajo el yugo europeo, como una colonia. Lo peor es que tales instituciones intervencionistas generalmente se basan en ideologías izquierdistas, siempre perjudiciales. Chile no es perfecto, pero su modelo económico con tendencias liberales ha sido mucho más exitoso que la desastrosa política intervencionista de los países del hemisferio norte. No deberíamos haber expuesto las palomas de la paz al peligro de rapaces aves europeas

Las herederas de Gabriela

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Pétrea, severa, piel morena, bajo el sol de los valles del Norte Chico. Artesana de versos y rondas. Madre de la poesía humilde, terca y desgarrada.

Poco reconocida por autoridades, académicos e intelectuales de su patria telúrica.

Austera, Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura, de manos del rey de Suecia, en 1945.

Reconocimiento universal, aplausos internacionales. Marco de solemnidad para la mujer que nació en casa de adobe.

Chile siempre estuvo en deuda con ella. Tanto que solo años después le otorgaron el Premio Nacional. Casi con vergüenza, cerca del epílogo del gobierno de González Videla.

No fue la única paradoja o contrasentido. Cuando triunfó más allá de las montañas agrestes y de la serenidad del mar, las mujeres solamente tenían derecho a votar en las elecciones municipales.

El machismo imperante en el país las marginaba de los sufragios presidenciales y parlamentarios.

Reinaban las revistas "Eva", "Margarita" y "Rosita". Ellas escribían sobre bordados, tejidos y recetas de cocina. Las lectoras estaban enclaustradas en sus hogares, con un indiscutible voto de obediencia a sus maridos. Resignadas como sumisas dueñas de casa, responsables exclusivas del cuidado y la educación de sus hijos.

Se reunían esporádicamente en centros de madres y en piadosas convenciones en las iglesias.

No continuaban sus estudios ni tenían acceso al trabajo profesional.

Paulatinamente se les abrió el campo de las universidades y alcanzaron títulos en oficios que eran patrimonio de los hombres.

Empezaron a competir en ámbitos hasta entonces nunca transitados. Hasta hoy no reciben ingresos iguales a cargos similares, pero se incorporaron a las labores más inesperadas.

Hace pocas décadas habría sido impensable suponer que una de ellas llegaría a ser Primera Mandataria o Jefa del Estado. Ellas son las herederas de Gabriela Mistral.