Cómplice
-Señor, ¡entonces, apague el celular y el notebook, no responda el teléfono ni me llame pidiendo café, si desea hacerle creer que no vino, pero lo recordó!
-Señor, ¡entonces, apague el celular y el notebook, no responda el teléfono ni me llame pidiendo café, si desea hacerle creer que no vino, pero lo recordó!
Enfrentados a una decisión que definirá su futuro en los próximos años, tanto en su desempeño académico como en el laboral, miles de estudiantes de la Región del Bío Bío iniciaron el pasado sábado el proceso para decidir qué estudiar, sobre la base de los resultados que obtuvieron en la última Prueba de Selección Universitaria (PSU).
Algunos, los más afortunados y con los mejores resultados, pudieron efectivamente postular con fe y convicción a la carrera que deseaban; mientras que muchos otros lo hicieron con la esperanza de quedar en el programa académico que quieren, aun a pesar de la feroz competencia que se da por formar parte de ese exclusivo club de los universitarios.
Y otros, muchos otros, más de los que merece un país como Chile que aspira a ingresar pronto al cartel de las naciones desarrolladas, está mirando lo que ocurre en estos días con un dejo de indiferencia, resignación y hasta resentimiento por no haber tenido la posibilidad de recibir una formación escolar que les permitiera tener las herramientas mínimas para aspirar a este sueño de la educación superior. La mayoría de ellos, claro está, pertenece a la educación municipal.
Quienes se encuentran en la vereda de los "postulantes" cargan entonces con la enorme responsabilidad de responder como corresponde a esta posibilidad que les ha deparado la vida, ya sea de la mano de una familia de esfuerzo, como de un colegio y profesores que les animaron a desplegar sus potencialidades para abrigar la esperanza por un futuro mejor.
Una vez aceptados en la carrera a la que postularon, tendrán que extremar sus esfuerzos para que con un método aplicado de estudio, tiempo y buena enseñanza universitaria, se conviertan en los técnicos y profesionales que necesita una Región como ésta, el Bío Bío, que demanda el concurso de todos para recuperar el tiempo perdido de la tardía incorporación al Estado.
En cuanto a los otros, aquella inmensa mayoría que no entrará a la universidad, se constituyen en el llamado de atención de un sistema educacional que hace rato viene dando muestras de la necesidad de una urgente renovación, para que todos los niños y jóvenes de Chile, sin distingos, puedan correr en una cancha que esté pareja. No como ahora, donde, una vez más, queda demostrado que quien tiene más recursos tiene la posibilidad de acceder a una educación de mayor calidad.
Pasados los períodos en que el país toma examen a sus representantes, no es extraño observar comportamientos al estilo de la conocida fábula del escorpión y la rana, en que algunos elegidos, que han subido sobre la espalda de otros que han sabido nadar mejor, llegan muy extenuados a la playa del frente. Como la memoria política es frágil, en algún tiempo estarán nuevamente juntos intentando cruzar otro charco y quien sirvió de flotador, quizá sea esta vez el que utilice al otro como vehículo. Nada de esto se ve bien. No es parte de la buena política.
Felizmente, los electores tienen mejor memoria y evocan las acciones de quienes han cumplido su palabra y la consistencia entre discurso y acción, lo que genera una cierta conceptualización de los candidatos que resulta inesperadamente certera. Favorece lo anterior el que, con una actitud vigilante, los medios de comunicación se encargan de indagar y exponer hechos y antecedentes. Finalmente, todo ello se hace sentir en la evaluación del pueblo respecto de sus líderes. Aun cuando parezca un mundo rudo e implacable, es parte del ejercicio informado del voto y del íntimo ser de la política, de la buena política.
No se ven bien tampoco las conciliaciones difíciles de entender, orientadas a mantener juntos grupos distintos y hasta divergentes, para lograr determinadas posiciones, ya sea porque se disputen una fracción de electorado, o porque algún extremo se disfrace de oveja. La gente sabiamente percibe estas situaciones como componendas y las castiga como malas prácticas, como mala política.
Sin embargo, no sólo en la alta política existen estas "fragilidades", que permiten que haya grupos muy minoritarios que alcancen gravitación nacional a través de asociaciones espurias. Hay también organizaciones que están expuestas a personas o grupos de personas que las intentan conquistar con fines diversos, alejados de su misión fundamental, y para ello también se conjuran grupos normalmente incompatibles, como librepensadores y totalitarios, derechistas e izquierdistas, al estilo de las palabras de don Nicanor Parra ("la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas"). Algunos pretenden utilizar a estas instituciones como escalera personal, otros como bastión de algún grupo político pequeño, pero permanentemente buscando posicionamiento nacional.
Sin embargo, al igual que en la alta política, los electores castigan más temprano que tarde a quienes detectan como cercanos a estas malas prácticas, que tienen evidentes fines personales o grupales, que carecen de interés universal.
Por el contrario, valoran positivamente a quienes son reconocidos por tener un discurso consistente con los propósitos institucionales, por el cumplimiento de la palabra empeñada, por su sensibilidad por las cuestiones sociales, por la estatura moral demostrada en múltiples ocasiones, por su compromiso con las cuestiones realmente fundamentales que importan a la sociedad como un todo. Los electores rara vez se equivocan y restituyen, con su certera elección, la buena política.