Hombre del año
"Se le ha fotografiado mientras lava los pies de mujeres presas; posa para fotos (selfies) con jóvenes que visitan el Vaticano; abraza y besa a un hombre con la cara deformada por la enfermedad". Aunque ha reiterado que no hará cambios en la doctrina católica, expresa su conmoción frente al drama de las mujeres violadas que han pensado en el aborto; se pregunta quién es para juzgar a los homosexuales o a los católicos que se han vuelto a casar sin anular su matrimonio religioso.
A la nonagenaria revista Time, le pareció que la elección de la "Persona del Año" no merecía mayor discusión. Designó al Papa Francisco que "se ha puesto en el centro mismo de los principales debates de nuestra época sobre riqueza y pobreza, imparcialidad y justicia, transparencia, modernidad, globalización, el rol de la mujer, la naturaleza del matrimonio, las tentaciones del poder".
El del Papa es un empeño titánico. En estos nueve meses, su permanente denuncia ha conmovido al mundo pero apenas ha estremecido los baluartes milenarios de la Iglesia Católica. Son viejas estructuras que, como se sabe, tienen sólidos blindajes.
Lo hemos visto aquí en Chile. El caso Karadima no fue el primero, pero igual costó sacarlo a luz. En los últimos días, el obispo de Chillán ha enfrentado una grave situación: la existencia de un grupo de sacerdotes homosexuales conocida mientras se investigaba el asesinato a puñaladas, en 2009, del sacerdote Cristián Fernández.
Hay aquí, según el Movilh, un debate en ciernes: ¿qué es más grave: la homosexualidad de un grupo comprometido al celibato, o los abusos contra menores?
El tema está recién comenzando. Refleja la complejidad de los problemas que enfrenta la Iglesia Católica. Según Time, "es una de las instituciones más antiguas, grandes y ricas del mundo, con 1.200 millones de fieles, y el cambio no es algo natural en ella. En su mejor versión, la Iglesia inspira e instruye, ayuda y sana, y llama a los fieles a escuchar a sus ángeles más benévolos. Pero se ha visto debilitada a nivel mundial por escándalos, corrupción, la escasez de sacerdotes y la competencia, especialmente en los fértiles campos misionarios del hemisferio sur, de rivales evangélicos y pentecostales. En algunos lugares, la enseñanza de doctrinas centrales sobre el divorcio y los anticonceptivos es ampliamente ignorada".
¿Cómo puede el papa Francisco luchar con estos enemigos que no son imaginarios molinos de viento? Lo hace con su visión tranquila de la fe y su experiencia personal de acercamiento a los sectores más desposeídos. Es una fe que realmente puede mover montañas. Lo expresó en su saludo navideño:
"En este día, iluminado por la esperanza evangélica que proviene de la humilde gruta de Belén, pido para todos ustedes el don navideño de la alegría y de la paz: para los niños y los ancianos, para los jóvenes y las familias, para los pobres y marginados. Que Jesús consuele a los que pasan por la prueba de la enfermedad y el sufrimiento y sostenga a los que se dedican al servicio de los hermanos más necesitados. ¡Feliz Navidad a todos!"