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Conducción responsable

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Las festividades de fin de año son motivo de jolgorio y celebraciones, pero también de preocupación en cuanto se pretende salvaguardar la vida de las personas que se desplazan en vehículos o a pie por las carreteras, calles y avenidas de nuestra Región del Bío Bío.

En el último tiempo ha habido intensas campañas para rebajar los índices de la crónica roja en el tránsito, como lo ha sido desde la aplicación de la Ley Tolerancia Cero Alcohol, que produjo una baja en este tipo de hechos, pero de repente aumentos de accidentes graves, como, por ejemplo, el 36 por ciento en septiembre pasado respecto del año anterior, lo que habla de que los chilenos en general no han tomado clara conciencia de las consecuencias que puede traer la conducción de vehículos motorizados tras haber ingerido alcohol.

De acuerdo a informaciones del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol -Senda- el resultado es positivo, ya que, a nivel nacional el 98 por ciento de los conductores controlados durante las jornadas nocturnas no ha consumido alcohol.

La realidad, sin embargo, no parece tan auspiciosa. En muchos de los últimos accidentes registrados en nuestra Región, y que son de público conocimiento a través de los medios de comunicación, ha habido presencia de alcohol causante de los accidentes. En las noches penquistas es notoria la presencia de conductores que han bebido alcohol, en mayor o menor grado. Es probable que un control más exhaustivo, permanente y eficiente arrojara cifras mucho más negativas.

Al parecer no existe el suficiente convencimiento por parte de los conductores -y de quienes les acompañan- en el sentido de que la ingesta de alcohol y la conducción no van de la mano y son causa muy frecuente de accidentes con resultado de muerte y heridos de gravedad. Tanto uno como los otros son igualmente responsables al subir a un vehículo cuyo destino es incierto.

La Región del Bío Bío, y el país en general, necesitan un control policial eficiente y severo; desgraciadamente la toma de conciencia y la actitud voluntaria por parte de la ciudadanía no ha sido la más adecuada y se debe ejercer medidas de prevención y vigilancia con mayor insistencia.

Esmog laboral

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Existen empresas y organizaciones que se manejan muy bien, pero ¿habrá alguna que no se enfrente a dificultades o problemas? La combinación entre calidad, rentabilidad, productos, clientes, mercados, recursos, personas y otros, son desafíos, pero también aspectos que requieren soluciones.

Estos y otros elementos van creando un ambiente interior, que no es fácil de definir, pero que sí se siente. Se siente el ambiente de una casa, de una familia, de una oficina, de una empresa, algunas veces puede ser perfumado y en otras lo contrario, es lo que queda de los intercambios en la atmósfera, lo que se respira. Triste o alegre, lento o dinámico, formal o relajado, pesado o liviano, grave o distendido, frío o caluroso, desabrido o picante y otros calificativos que describen esta cosa tan difícil de explicar.

De hecho, bueno o malo, el ambiente siempre está presente, variando día a día de acuerdo a las circunstancias, es un matiz particular en los intercambios, una manera de hablar, de comunicarse, de trabajar y de vivir juntos. Cuando el ambiente es bueno, el trabajador concurre a su trabajo con ánimo y por el contrario, cuando es muy malo lo hace con desgano y por obligación.

Cuando el aire está enrarecido y hay polución, simplemente todo se vuelve más peligroso para la salud. Así, ignorar el impacto del ambiente en el trabajo, es como hacer caso omiso de la necesidad que se tiene de respirar, ya que un buen ambiente laboral es el espíritu que vitaliza, un aire que vigoriza, un espacio donde el humor tiene su lugar, con la franqueza y la transparencia adecuadas. Una atmósfera agradable es tan vital como el oxígeno en el aire, si no existe suficiente, se vuelve irrespirable y los esfuerzos resultan mucho más complicados.

En este ambiente poco agradable, los estados de ánimo y los rumores reemplazan al humor y la asertividad, el intercambio jovial y personal entre colegas desaparece, cada uno se pone a la defensiva, surgen las desconfianzas y la mala fe, las responsabilidades se diluyen y los problemas se acumulan con el consiguiente reflejo en la productividad. Cuando se ha respirado ocho horas de este aire contaminado, es difícil que reste algo de energía positiva para crear un buen ambiente en el hogar y recuperar las fuerzas para el día siguiente.

Mejorar el ambiente demanda tiempo ya que éste se forma gota a gota, pero se pierde por litros. Lo más importante y urgente es identificar los "contaminantes" para tratar de poner fin a sus manifestaciones, como por ejemplo: accesos de ira, insultos, negación deliberada de colaboración, gestión excesivamente autoritaria, frases que hieren .etc.

Pero, no basta con la intención de la parte directiva de la organización: todos deben colaborar, especialmente los mandos intermedios y los colaboradores, pero no "pareciendo" que lo hacen, sino que haciendo auténticamente lo que hay que hacer para generar condiciones de sana convivencia, de purificación y filtrado de este siempre molesto esmog laboral.