El valor de la esperanza
En un reciente mensaje el Papa Francisco se refirió al valor de la esperanza en la vida de los cristianos. "Es una verdadera fortaleza, es una gracia, es un don", dijo el Sumo Pontífice, agregando que cuando "el cristiano pierde la esperanza, su vida ya no tiene sentido. Es como si su vida estuviese ante un muro, ante la nada".
Considero importante reflexionar sobre este concepto, en especial en una fecha como ésta en que, independientemente de cualquier diferencia, festejamos la Navidad, una celebración que une a todos en un mismo espíritu de recogimiento y solidaridad.
Al margen del lamentable enfoque comercial que ha adquirido la festividad, se trata sin duda de un momento en que estamos llamados a meditar sobre los asuntos verdaderamente trascendentes para nuestra sociedad. Después de haber pasado un período complejo debido a la polarización que generaron las elecciones, hoy debemos asumir nuestras diferencias, que son fuente de aprendizaje, y mirar con esperanza el futuro.
Por supuesto que debemos tener esperanza. Vivimos en un país que, aunque tiene múltiples desafíos pendientes, posee los recursos suficientes y el capital humano para transformarse en una sociedad que brinde oportunidades a todos y donde el crecimiento con justicia beneficie en especial a los segmentos más necesitados.
Esperamos que los gobernantes tengan la sabiduría para reconocer que en todos los sectores pueden surgir valiosas ideas para el desarrollo del país. Nadie es dueño de la verdad íntegra y una sociedad que valora el aporte de todos sus integrantes tiene más posibilidades de alcanzar sus objetivos haciéndolo en un ambiente de respeto.
Esperamos que los gobernados sean capaces de medir sus expectativas y valorar la base sólida sobre la que se ha construido el país en estos últimos años.
Son muchos los asuntos importantes que requieren atención. Además de los temas pendientes que tenemos en Educación, como la nueva institucionalidad para el sistema universitario que se discute en el Congreso y una urgente mejoría de la calidad en los primeros niveles, el país debe enfrentar otros desafíos igualmente importantes.
Mejorar el acceso de la población a una salud de calidad sobre todo en atención primaria, elevar las pensiones de aquellos que después de haber entregado toda su vida al trabajo subsisten con bajísimos ingresos, fomentar un desarrollo sustentable de las ciudades y facilitar la inserción laboral de segmentos marginados como los jóvenes y las mujeres, son algunos de los desafíos del país.
Para enfrentarlos de buena manera se necesita una sociedad unida, en que nadie se sienta excluido. Debemos entender que este país se construye con todos, reconociendo al otro como un legítimo otro. Tengo esperanza de que el espíritu propio de la Navidad, que trasciende al mundo cristiano, permanezca en todos nosotros para continuar trabajando por una sociedad justa y solidaria. Es la esperanza lo que le da sentido a nuestra vida.