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Una visita al infierno cortesía de Chuck Palahniuk

El autor de "El club de la lucha" regresa con las aventuras infernales de Madison, una adolescente que decide iniciar su propia revolución en el reino de los condenados.

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Olvídense de Dante. Bajo la mirada extrema del escritor Chuck Palahniuk, el Infierno tiene particularidades que nadie podría imaginar. Por ejemplo, todos los días proyectan la cinta "El paciente inglés". Ciertamente, no para el deleite de las almas condenadas.

En términos estadísticos, según Babette -una particular Virgilio que nos encontramos en el lugar- el 98,3% de los abogados tienen el Averno como su destino final, así como el 85% de los programadores de software y el 100% de los periodistas.

La persona que recibe la información es Madison, una adolescente de 13 años, con sobrepeso, hija de millonarios y quien ha muerto en circunstancias misteriosas y no poco turbias. Acaba de "despertar" en el lugar y, tras constatar su situación, comienza a tratar de contactarse con el Jefe: "¿Estás ahí, Satán?", pregunta al comienzo de "Condenada", la duodécima obra de ficción que entrega Palahniuk.

De ahí en adelante Madison emprenderá un camino doble: en lo físico, un viaje de descubrimiento de su nuevo hogar (con revuelta infernal incluida); en lo espiritual, para descifrar por qué se encuentra ahí y cómo murió realmente.

Más allá de los tormentos imaginables y de parajes infernales destinados a estómagos fuertes, "Condenada" nos presenta un infierno donde el motor central es la burocracia y la negligencia y que bien podría estar ubicado en cualquier ciudad norteamericana. Tanto así que Madison afirma que es mucho mejor de lo que ella esperaba, reconoce que el Diablo debe haber trabajado muy duro para construirlo y lo compara con una versión fiera de la película ochentera "The Breakfast club", donde un grupo de adolescentes son condenados a cumplir horas de castigo en su colegio.

En palabras de Madison, "ver televisión y navegar por internet es una buena forma de practicar para estar muerto".

Chuck Palahniuk es autor de una de las obras más particulares de la literatura norteamericana reciente y a lo largo de los años ha generado una tribu de lectores-fans que lo siguen en todas sus ficciones descabelladas. Para empezar está "El club de la lucha" (1996), que dio origen a la película de David Fincher y que consagró la carrera de Brad Pitt, quien dio vida a Tyler Durden, el héroe antisistema más cool del mundo. Se ha ocupado del extraño mundo de las sectas ("Sobreviviente"), de la ficción sobrenatural ("Nana"), de la industria del porno ("Snuff") y de ridículas conspiraciones internacionales para destruir a Estados Unidos ("Pigmeo").

Su obra entera parece consagrada a mirar, precisamente, en el lugar en que habitan los marginados, los locos y las almas extrañas, para hacer, a partir de ellos, un retrato ácido y desternillante de la sociedad norteamericana de la que ellos quedan de lado.

Tal vez sea ese el verdadero infierno de la novela de Palahniuk, un sitio en el fondo muy aburrido y al que es mucho más fácil entrar de lo que uno piensa. A veces, según Madison, simplemente basta con no lavarse las manos 855 veces después de ir al baño a lo largo de la vida para ganarse un charco de aceite hirviendo por toda la eternidad.