"La franja televisiva del 'Sí' fue demasiado mala"
El hoy senador Hernán Larraín trabajaba en el mundo académico cuando el país vivía los días en que el "Sí" y el "No" se repartían el gusto, la tensión y las esperanzas de uno u otro bando por seguir determinado derrotero político.
Al teléfono desde Pelluhue (Región del Maule), el parlamentario recuerda aquellas jornadas y rememora las dificultades en la entrega oficial de votos por parte del gobierno, reconoce que el triunfo del "No" dio cuenta del cansancio de parte importante de la población con el gobierno militar y asigna especial importancia al trabajo creativo que se vio reflejado especialmente en la franja del "No". Porque la del "Sí", asegura, "fue demasiado mala".
El senador gremialista, quien pidió perdón "por lo que haya hecho o por lo que omitir lo que debía hacer" en la reciente conmemoración de los 40 años del golpe de Estado, se alejó de las críticas que desde distintos sectores se han hecho a episodios ligados a la transición política.
- Lo que más recuerda uno sin lugar a dudas fue el problema que hubo en la entrega de resultados y su demora. Eso se prestó para muchas especulaciones, pero, finalmente, por las razones que hayan existido, se entregaron. Eso fue algo muy importante, porque en general, gobiernos autoritarios como el que existía entonces no llaman a elecciones ni entregan el poder por resultados electorales. Habrá costado, pero salió. Y eso fue un gran triunfo de la democracia en Chile.
- Creo que el país quería un cambio. La única duda real que había en esa elección era por qué se cambiaba. Hoy tenemos una imagen de la Concertación durante el tiempo que gobernó, que fueron 20 años, de mucha unidad. Especialmente los primeros 10 años. Pero durante el periodo de Pinochet la oposición tuvo varios intentos para articularse y ninguno prosperaba. Había mucha diferencia de opinión y en ese minuto la Concertación la integraban 17 grupos. Había mucha incertidumbre y se temía que ganando el No fuera una amenaza al desarrollo o estabilidad futura, o que se abrieran amenazas o persecuciones a gente que había trabajado en el gobierno militar. Pienso que si se hubiera sabido lo que iba a ocurrir durante el periodo de la democracia, particularmente durante el mandato de Patricio Aylwin, la votación del No hubiera sido muchísimo mayor.
- Siempre es difícil de evaluar. Pero sin dudas fue un trabajo especialmente valioso. Lo que logró especialmente la franja del No fue reducir los temores a los que me refería. Si hubiera seguido el camino de centrarse sólo en los temas de violaciones a Derechos Humanos o una campaña más dura, seguramente habría generado más temor al revanchismo de que ganara la opción No. Por eso que seguir eso de que la alegría venía fue a mi juicio muy determinante.
- La franja televisiva del Sí fue demasiado mala, técnicamente en su factura, mensaje y contenido. Y eso uno lo apreció en ese instante. Yo no estaba en política sino que en materias a académicas, y me pareció una pésima franja, en contraste con la del No, que tenía mucha mística y tuvo mucha llegada con la gente.
- Creo que la transición de Chile fue extraordinariamente positiva. Las expresiones de hacer justicia en la medida de lo posible o de avanzar con acuerdos reflejan una realidad, que es que las mayorías circunstanciales no pueden imponer a las minorías circunstanciales modelos educativos, sociales o culturales producto de esa mayoría efímera. Hay que trabajar con acuerdos y hacer todo con prudencia, respeto en la medida de lo posible. Gracias a eso Chile ha dado pasos muy significativos, y eso es algo que hay que resguardar. Por eso que cuando veo los deseos de crear una Asamblea Constituyente pareciera que quisiéramos volver a malas prácticas antiguas, de gobiernos que querían refundar al país en vez de trabajar en forma tranquila y bajo consenso para definir el destino del país. Ese buen criterio que hubo durante los primeros gobiernos de la Concertación se ha perdido. Y eso se encarna hoy en una Nueva Mayoría más dura, que abre página a la incertidumbre en lugar de seguir el camino de la evolución compartida a través de acuerdos, porque interesa más el futuro de Chile que una mayoría circunstancial gane una elección.
Dice ser enemigo de la nostalgia, pero Genaro Arriagada, quien estuvo en el centro del comando del "No" en 1988, aceptó recordar los pasajes más importantes de esa jornada. El ex secretario ejecutivo del comando del "No" reivindica la labor de los políticos frente a los publicistas en la recordada franja televisiva de esa opción, rememora el difícil escenario político de ese tiempo y responde a algunas de las críticas posteriores a los gobiernos de la Concertación.
- Todo el día. Pero mencionaría tres momentos. Uno, primero, de gran esperanza cuando en la mañana vi las colas interminables de gente que, en silencio el miedo era cosa viva- acudían a votar. El segundo, de gran tensión, fue como a las 7 de la tarde, en que ya sabíamos que habíamos ganado y cuando el gobierno se negaba a dar cómputos, Carabineros se retiró de la ciudad y la dejó sin resguardo policial. El tercero fue cuando el gobierno reconoció los resultados electorales y, por tanto, su derrota.
- Había una parte mayoritaria que estaba hastiada de la dictadura, del abuso y que pensaba que ese era una camino hacia la mediocridad. Pero había otro país compuesto de dos elementos. Uno intrínsecamente reaccionario, autoritario y militarista que quería que el régimen se proyectara e incluso se endureciera; y estaban también los que, no obstante haberse distanciado de Pinochet, seguían en el bando del gobierno por temor, porque desconfiaban de la Concertación y pensaban que sería revanchista, incapaz de manejar la economía. Y para ser francos, nosotros fuimos el 57% y ellos un no despreciable 43%.
- Eso, más que un error, es una estupidez. La política no es reductible a una campaña para la venta de un jabón. La política son partidos que crearon alternativas, son masas que por millones invadieron las calles, son intelectuales que hicieron notables análisis políticos y certeros estudios de opinión. Fueron millones que fueron a inscribirse en los registros electorales, cientos de miles que cuidaron las mesas electorales y que crearon un notable sistema de recuento paralelo de votos. Y los políticos fuimos los que llamamos a los publicistas -algunos sí y a otros no- y respetando y valorando su capacidad técnica les dijimos cuál era la orientación de la campaña, qué podían hacer y qué no. Hay algunos que en una mezcla de ignorancia y frivolidad, creen que la transición a la democracia es algo que bastaría encargársela a una agencia de publicidad.
- Sin duda fue muy importante y por eso es que decidimos cómo sería. Definimos desde el inicio que su mensaje sería la moderación, la no violencia y la alegría con el slogan "la alegría ya viene", que había sido aprobado un par de meses antes. Y cuando la definimos, lo primero que hicimos, antes de llamar a ningún publicista, fue encargar a Patricio Silva Echeñique y a Juan Gabriel Valdés que fueran sus responsables. El triunfo del "No" fue mucho más que una campaña política, sino que fue la culminación de un proceso político en que participaron millones. Ciertamente cuando ganamos la lucha entre las franjas de TV nos anotamos un gran triunfo y ello fue el resultado de una alianza de políticos, publicistas, artistas e intelectuales.
- A la política no le corresponde solamente obtener el 100% de un valor, así sea la justicia o la libertad, sino que ella es "el arte de lo posible". Y el esfuerzo por lo posible significa compatibilizar no sólo valores (como la justicia, la libertad o la belleza) sino intereses (como los de los empresarios, los trabajadores, el Ejército) y, además hacerlo en un clima que puede ser hostil, marcado por el odio, la sed de venganza, el anhelo de impunidad, la irracionalidad. Hoy están apareciendo demasiados atletas del absoluto que nos dicen desde el Olimpo: "Ustedes no lograron el 100% de justicia". Yo contesto que ninguna transición ha conseguido el 100% de justicia. Pero, si comparo la transición chilena con todas las que conozco, es en la nuestra, por lejos, donde más justicia ha habido. Teníamos un Ejército poderoso, una derecha que había sido un "cómplice pasivo", partidos defensores del régimen militar y un gobierno que se había comprometido con contabilizar la justicia, el control civil del Ejército, la democracia, el desarrollo económico y la paz social.
- Por supuesto. Pero a la Concertación no la debemos juzgar por lo que hizo en un solo campo. Al criticar a la Concertación hay que tener en cuenta que sus años son los mejores del país en un siglo. Dicho esto, creo que la Concertación agotó su programa y su fuerza y que son necesarios programas y un personal nuevo.