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"La escritura debe aspirar a la belleza"

Ecuatoriano suma ocho libros de poesía, una novela corta, un libro de cuentos y numerosos premios.

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Una muestra de su reconocida obra poética, que abarca las dos últimas décadas, ofreció en nuestra ciudad el escritor ecuatoriano Xavier Oquendo Troncoso, en el marco de la recién finalizada II Feria del Libro y Primer Encuentro Internacional de Escritores, Artistas del Acero 2013, cita que logró congregar alrededor de 40 intelectuales y 25 sellos editoriales de Chile y el extranjero.

Este periodista, poeta, narrador, ensayista, antologador y editor, nacido en Ambato, Provincia de Tungurahua, en 1972, realizó dos lecturas poéticas en el citado evento, y además compartió su visión sobre el oficio escritural y las claves presentes en su labor creativa.

- En realidad, siempre digo que mi acercamiento a la literatura se produjo de manera casual, pues mi primer interés fue la música. Yo empecé escribiendo letras de canciones, y un profesor en el colegio me dijo que, por el ritmo y la métrica empleados, más bien correspondían a textos poéticos. Eso fue un estímulo para comenzar a escribir poesía.

- En esa primera etapa puedo citar, como referentes mayores, a poetas como César Vallejo y a narradores como Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Pero ya desde esa época comencé a interesarme por la estrecha relación que puede existir entre la poesía y la prosa. La división estricta de géneros me ha parecido siempre artificial, pues incluso si nos remitimos al ensayo o la filosofía, hay textos de Heráclito, de Heidegger o de Nietzsche que poseen una importante cuota de poeticidad. Y para ejemplificar con el mismo Cortázar, hay fragmentos de algunos de sus cuentos que me parecen más poéticos que sus poemas.

- En Ecuador, durante mucho tiempo, la poesía pareció encerrada en su propio universo. Gracias a la irrupción de Jorge Carrera Andrade, nuestro vate mayor, quien rompió con el modernismo e inauguró las vanguardias; pudimos ser presentados poéticamente al resto del mundo. Luego, en los años 60, se produjo, a mi juicio, la época de mayor esplendor de este género, por la pléyade y calidad de sus cultores. Muchos de ellos influenciaron mi obra, que trabaja fundamentalmente con la emoción, en contraste con aquella poesía más hermética y cerrada, que se remonta en nuestra lengua a Luis de Góngora.

SOBRE LA NIÑEZ

- Durante un viaje que hice a Granada escuché, de parte de nuestra guía turística, una frase que me pareció bellísima: "Los árabes no querían conquistar España, querían conquistar el agua". Esto grafica la importancia de este elemento vital y su papel en el curso de la historia. El agua es el eje principal de todo y eso ya lo afirmaban los filósofos presocráticos, como Tales de Mileto, quien decía que este elemento era el origen de todo lo que conocemos.

Respecto de la niñez, pienso que determina muy fuertemente lo que somos en la vida adulta y que dentro de nosotros siempre existe un niño herido. Entonces, a través de la palabra y de la poesía puedo "pedirle disculpas" a ese ser que dejé atrás. Pero otro tema que también me preocupa mucho, y que cruza toda mi obra, es el misterio de la poesía. En este punto concuerdo con el escritor argentino Juan Gelman, quien señala que el único tema de la poesía es ella misma. Es decir, siempre está la pregunta de por qué tenemos la necesidad de metamorfizar y transfigurar el lenguaje, en lugar de decir directamente aquello que queremos expresar.

- Esa cita la extraje de un texto del poeta colombiano Darío Jaramillo y concuerdo absolutamente con ella. La forma de establecer cercanía con el lector es precisamente esa: Entregarle, a través de un poema, aquello que él sabe que debe esperar del texto poético. Pero, finalmente, la escritura debe aspirar a la belleza y debe rescatar la noción de "arte por el arte".

- En primer lugar, puedo citar el Antiguo Testamento, que me parece mucho más poético y líricamente correcto que los Evangelios. También debo mencionar los "Poemas humanos", de César Vallejo, libro al que le profeso una devoción absoluta, en tanto subraya el concepto del poeta como un ser único cuando devela su propia intimidad.

Y por último, no puedo dejar de nombrar "Cien años de soledad", que no ha envejecido con el tiempo y que es un paradigma de la novela total.

Xavier Oquendo es poeta, narrador, periodista, crítico literario y profesor de literatura.

Por su trabajo como antologador y editor, es considerado como el difusor más importante de la poesía ecuatoriana en los albores de este siglo.

Representante del Ecuador en importantes encuentros poéticos y literarios en España (1995), México (1998), Colombia (2000), Chile (2001) y Lima el 2002, entre otros.

Entre sus obras destacan "Guionizando poematográficamente" (1993), "Detrás de la vereda de los autos" (1994), "El (An)verso de las esquinas" (1996), "Brillos" (1998) y "La conquista del agua" (2001).