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El Museo de Penco suma un espacio para depósito

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El Museo de la Historia de Penco ha logrado en tres años de funcionamiento hacerse notar en el centro de la ciudad como un punto de reunión e interés.

En este tiempo, como ha sido su relato, el espacio se ha encargado de recoger y difundir el patrimonio y la rica historia de la vecina ciudad.

Por lo mismo, la iniciativa surgió en 2016, albergando actualmente unas 500 piezas de temáticas que abordan el Penco prehispánico, colonial e industrial.

Además del hito que representan el propio Museo, se acaba de dar el vamos al llamado nuevo "depósito", una sala especialmente habilitada, explicaron los encargados, para resguardar piezas que requieran un tratamiento especial.

El alcalde Víctor Hugo Figueroa explicó que esta iniciativa persigue que la ciudad de Penco recupere todas aquellas piezas antiguas que están esparcidas por todo Chile. "La ley nos exige tener un depósito. Hoy día -vía el aporte del Consejo Nacional del Patrimonio- , esto nos va a permitir traer piezas que están en otros museos, pero principalmente piezas que están en la Universidad de Concepción", comentó la autoridad comunal.

Figueroa se refiere a las acciones de salvataje realizadas tanto en el año 1967 como en 2008, ya que en el contexto de obras de construcción se realizaron hallazgos arqueológicos.

El mismo caso, señaló, se da para las piezas encontradas en las excavaciones desarrolladas por el municipio local durante diciembre de 2018, y que dio como principal descubrimiento la Iglesia del Convento de Los Franciscanos, sitio en que están enterrados gobernadores de Chile como Alonso de Ribera.

UN HITO PARA EL MUSEO

El nuevo lugar, que permitirá al museo transformarse en entidad depositaria, cuenta con 36 metros cuadrados, tiene cinco muebles full space, uno de portaplano y climatización para el resguardo de las piezas.

"Nos parece importantísimo que podamos inaugurar un espacio de depósito acá, muy necesario y que además pueda tener los estándares para trabajar las colecciones", destacó Alejandra Álvarez, directora (s) del consejo regional de Patrimonio.

Tomás Stom, fundador del Museo Stom, presente en la partida, destacó que éste es un museo construido para tal efecto. "En estos tres años ha ido mejorando y se han aprovechado los espacios, y éste es uno de conservación maravilloso", comentó.

"La tierra": la escultura que trasciende el relato figurativo de los cuerpos

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Tradicionalmente se piensa en el arte como un producto excelso del alma humana, como una esencialidad iluminada que proviene de un lugar superior, de un plano distinto a esta horizontalidad terrena.

Esa idea del arte fue construyendo un territorio exclusivo, que cada vez se fue distanciándose más de lo real y cotidiano. Aún hoy, la idea general del público abriga esa distancia expectante que sitúa al arte como algo dispuesto en el más allá.

Las primeras vanguardias del siglo XX determinaron un cambio de paradigma que construyo una mirada más política y humana, que hizo girar el foco de interés (del arte) a problemáticas vinculadas a la percepción de la realidad.

Tótila Albert Schneider, escultor chileno (1892-1967), de algún modo recorrió ese trance como discípulo de Franz Metzner. Una de las obras más emblemáticas, de Albert, reposa hoy en el acceso principal de la Casa del Arte de la Universidad de Concepción .

En 1942, cuando la Universidad de Chile cumplió 100 años, la Universidad de Concepción donó una réplica de la escultura de Rebeca Matte, "Horacio", que actualmente se encuentra emplazada en su casa central.

Ahora, cuando se conmemora nuestro centenario se cierra este circuito virtuoso de fraternidad entre ambas casas de estudio, al recibir la réplica "La tierra" escultura realizada por Tótila Albert, por parte de la Universidad de Chile, como un regalo de esta celebración.

UN UNIVERSO EN OTRO

La obra "La Tierra" es una composición de dos cuerpos humanos que en un balance dinámico se constituyen en un símbolo que trasciende el propio relato figurativo.

Aquí los principios de lo masculino y femenino se trenzan con energía vital, para desde esa pulsión viva fusionarse en un solo cuerpo significante. Caderas y cabezas fundidas son la metáfora de aquello que se identifica como parte de un todo único.

Las figuras tocan sus manos curvadas levemente, y nos deja adivinar un mínimo espacio interior, un pequeño universo dentro de otro.

Estas ideas inmateriales circulaban por la vida de Albert. El destacado psiquiatra y escritor Claudio Naranjo lo identificaba como su maestro, un santo invisible, según sus palabras.

Esta calidad humana del también poeta era reconocida por el círculo intelectual chileno de la época, entre los que se contaban Alone, Pablo Neruda, Joaquín Edwards Bello, Gabriela Mistral y Eduardo Barrios. Todos celebraron su creación escultórica y con quienes compartió sus aficiones por la filosofía, la poesía y la música.

EL SENTIDO DE LO REAL

La escultura "La tierra" encierra esta concepción trinitaria que Tótila Albert compartía con Claudio Naranjo. Según este ultimo en Albert, la presente triada respondía a una visión biológica, Madre, Padre e hijo.

En esta escultura en particular suponemos la presencia del hijo como una promesa de la fusión de las energías vitales y orgiásticas, con la vibración superior y abstracta del pensamiento y la intuición alojadas en el comando cerebral y misterioso.

Según el psicólogo y psiquiatra suizo, Carl Gustav Jung, el arquetipo es un patrón de imagen arcaico que deriva del inconsciente colectivo y que existe como contraparte psíquica del instinto.

Pues bien, a mi juicio, esta escultura de Tótila Albert se ofrece como un arquetipo para ser descubierto, analizado e interrogado por la comunidad y la experiencia personal del individuo.

La obra de este artista es mucho más que una escultura, es una pregunta que ahora se nos hace escondida en la metáfora de la forma. Como un código que nos contiene y al mismo tiempo habita en nosotros mismos, un universo dentro de otro universo, y así frente a frente dos espejos que disputan el sentido de lo real.