En cafetines y tiendas cercanas a las estaciones del metro de Japón, porque allá no hay malls, pueden encontrarse las carteras y bolsos de cuero enviados desde la Provincia de Arauco.
La historia de cómo estos sencillos y simples artículos llegaron al otro lado del mundo comienza en 2013, cuando Kobashi Kenji,un representante de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (Jica) llegó a Curanilahue. Él vino a trabajar con apicultores de la zona, pero otras cosas también llamaron su atención, como las artesanías en carbón, lanas (gorros) y maderas. Pero le interesó particularmente el trabajo en cuero que de forma incipiente comenzaba a lucir en ferias artesanales y campesinas Jessica Álvarez. Al regresar a su país en 2015 Kenji llevó varios artículos hechos por ella y otros cuatro artesanos de distintos rubros.
A poco andar le llegó el primer pedido desde el país nipón y envío 55 artículos, entre carteras en tamaños S, M, y L, estuches, necesaires. Su trabajo logró la mejor acogida, porque el 9 de octubre de 2015, fecha que recuerda con claridad, le hicieron un segundo pedido. Eran seis a siete kilos de carteras de distinto tamaño y estuches porta documentos.
Ese mismo año la contactaron representantes del Proyecto Madre Latina, una especie de ONG japonesa que va en ayuda de mujeres y está certificada en comercio justo. (Ver recuadro)
noble material
Nada es el azar aquí, en su pequeño taller de unos 3,5 m por 2 m, dentro de la casa ya estrecha de la Población Miraflores de Curanilahue. Dos máquinas de coser, varios rollos de piezas de cuero e hilos encerados son la materia prima que trabaja desde 2001, cuando forzada por una larga estadía en casa tras fracturarse un pie un día de aquellos cuando acompañaba a su padres en el carrito donde vendían mote con huesillos en Santiago de donde es oriunda esta contadora, empezó a fabricar aros con distintos materiales, entre ellos el cuero porque siempre supo que este es un material más noble. Le empezó a ir bien y comenzó a participar en ferias y entre esas vino a la Feria Agrícola Ganadera y Forestal (Fagaf), de Cañete. Fue en esa ocasión que conoció a su marido y así fue que Curanilahue la atrapó. Aunque mantiene contacto con su familia en especial con su hermano abogado, profesor de Derecho Digital en la Universidad de Chile.
"Si hay algo que agradezco a mis padres es que siempre nos tuvieron computador en la casa porque eso me permitió aprender todo lo que hoy sé sobre este oficio".
Y si bien el camino inicial para llegar a Japón fue fácil, en Chile, la cosa fue más complicada. Conseguir la certificación de origen le costó dos años, por ejemplo. De hecho, su marca Trelkechue, la tiene recién hace un año.
Y además, porque fue desde la oficina comercial de ProChile en Japón que le pidieron a la oficina de la entidad en Concepción que le ayudaran en su tramitación.
Sin embargo, aquí Jessica rescata el gran apoyo recibido hasta ahora por la agencia local, particularmente a Paula Hormazábal y la gente del Centro de Desarrollo de Negocios de Cañete y de Concepción y de la Oficina de Fomento de la Municipalidad de Curanilahue. Es que ya era una exportadora que necesitan una cantidad no menos de documentación.
Jessica (43) y su marido (44) son quienes trabajan. No tienen hijos pero si un sobrino al que criaron y extrañan mucho porque ahora está en Porvenir haciendo el servicio militar. "¡Pero llega el 20 de mayo!", dicen ansiosos. Contentos, agregan que los pedidos son más frecuentes en tiempo y volumen, por lo que han recurrido a una vecina que cose algunas y de paso le ayudan con algo de ingreso para el hogar.
"Lo más caro es el cuero y las herramientas", señala. Todos los insumos los compra en Concepción, a distribuidores locales. "Ellos (los japoneses) son muy perfeccionistas entonces todo debe ser escogido con mucho cuidado", precisa.
Recuerda que cuando los pedidos se hicieron más regulares quiso crecer pero en muchas partes le negaron un crédito, y ahora, dice, "todos nos ofrecen".
Es que necesita ampliar su taller con urgencia, no solo porque el espacio es estrecho sino porque las proyecciones son muy auspiciosas y se necesitan más manos. Recuerda que para la ampliación de la casa e instalar el taller, consiguieron un crédito por $500 mil y pagaron cinco veces ese monto en intereses.
Por ello han postulado dos veces a fondos de Sercotec. La primera vez no cumplían requisito por ventas y la segunda el 2018, a pesar de estar muy bien evaluados no se lo adjudicaron. Ahora van con los papeles de nuevo a Sercotec a ver si en esta convocatoria del 24 de abril tienen mejor suerte.
"Tenemos muchas posibilidades de crecer con nuestros productos en Koyama y Tokio", asegura.
Entre 2015 y fines de 2018, ha enviado 3.500 productos y en estos primeros tres meses de 2019 ya vendió unos 300 artículos, es decir, caso el 10% de lo que vende en un año.
asumen los costos
Los productos se venden a precio unitario de Chile, prácticamente puestos en mi casa en Curanilahue. Ellos hacen el pedido y lo pagan de inmediato, además de hacerse cargo de impuestos, envíos, etc. Y si bien son quienes asumen todos los costos también exigen y la principal es que el trabajo sea hecho a mano y solo con cueros naturales.
Los precios de una cartera mediana es de $25 mil y $30 mil la más grande, y la primera en Japón se vende en el equivalente de $85 mil y $150 mil respectivamente.
Jessica también piensa de qué forma aportar a su comunidad. Y cuenta que tras el proceso va quedando cuero sobrante, como despunte, que puede ser de utilidad para la gente de su barrio u de alguna organización social que pueda aprovecharlo por ejemplo, en la confección de llaveros corporativos de cuero, en vez de entregar los de metal o plástico, y además es una buena forma de contribuir al ingreso familiar.