El controvertido cambio de hora y cómo sobrellevarlo
El retraso de los relojes en una hora que se producirá el próximo sábado 6 de abril es, de entrada, controvertido, ya que muchas personas aprovecharán "la hora menos" para extender la fiesta u otras actividades nocturnas en ese tiempo perdido, pero luego vienen las quejas por estar obligadas a levantarse más temprano. El Gobierno, por su parte, defiende la idea de regular el amanecer y fijarlo a las ocho de la mañana, bajo el argumento de que aprendemos y producimos más bajo la luz natural. Esto, mientras que hay científicos que discrepan con la iniciativa por su incidencia en el ritmo biológico y el ánimo.
Este será el primer año en que el horario de invierno (UTC -4) durará cinco meses, de acuerdo a lo informado por La Moneda, entre el primer sábado de abril y el primer sábado de septiembre. Así, las 12,6 millones de personas (70% de la población) que viven desde la Región de Arica y Parinacota hasta O'Higgins pasarán menos de siete días al año con amaneceres después de las ocho.
El Ministerio de Energía consultó a más de 40 representantes de instituciones públicas y privadas, de la sociedad civil y especialistas, para recopilar antecedentes técnicos y científicos sobre el impacto de los husos horarios en la salud, educación, productividad, seguridad, telecomunicaciones, transportes y eficiencia energética, entre otros, para instaurar la medida.
"Es relevante porque la ciencia ha demostrado que tener luz natural en las mañanas es muy importante para el bienestar de las personas y, en especial, para el crecimiento y aprendizaje de los niños. Y los niños, en nuestro Gobierno, tienen una atención prioritaria y un cuidado especial", dijo la ministra de Energía, Susana Jiménez.
Uno de los profesionales que participó de la mesa de expertos de La Moneda fue el psiquiatra y docente de la Universidad de Chile, Paul Vöhringer, quien desde años estudia los cambios de ánimo de las personas: la idea de cambiar la hora "originalmente es un decreto de la década de los 50, donde se dijo que acortando el uso de la luz eléctrica en la noche se ahorraba, dada la escasez energética de aquel tiempo, aunque ahora, en el mundo desarrollado, es menos la cantidad de países que hacen esto; en Europa, por ejemplo, casi ninguno cambia la hora, pero Estados Unidos sí lo hace".
En la reunión ministerial, según el médico, "concluimos que a Chile en términos geográficos le corresponde el horario de invierno (huso horario UTC -4, Tiempo Universal Coordinado según el meridiano de Greenwich), al que vamos a entrar ahora, el que tiene Bolivia, porque estamos en la misma línea (del Globo Terráqueo)".
EFECTOS EN LA SALUD
Esta diversidad en las políticas públicas lumínicas se debe a la existencia de numerosos estudios, aunque ninguno de ellos concluyente, que "sugieren que el cambio horario produce un impacto directo en la salud de las personas: la semana posterior a la modificación se producen más hospitalizaciones, más infartos, más muertes por diversas causas", explicó el también master en salud pública de la Universidad de Harvard.
"A la gran mayoría de la población el cambio de hora no le afectaría mayormente, aunque en los márgenes (de estabilidad) hay gente mucho más sensible y que le basta este último eslabón en la cadena para que se le produzca un desequilibrio de salud", detalló Vöhringer.
La llegada de la electricidad a los hogares, que en Chile ocurrió entre los años 1883 y 1930, modernizó la vida urbana colocándola en línea con las costumbres de las grandes capitales. Pese a toda la bonanza del progreso, el psiquiatra detalló que algunas investigaciones "sugieren que los trastornos de ánimo prevalecieron con la llegada de la luz eléctrica, porque antes caída el sol y todos se acostaban", como en el campo.
El biólogo y académico del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (UV), John Ewer, investiga el funcionamiento del sueño en una especie de moscas, para ver cómo influye la luz y la oscuridad en la biología del ser humano, producto de la cercanía genética de ambas especies, ya que "el biorritmo es el mismo en todos los animales".
Las personas ante la modificación del tiempo "se demoran algunos días en reajustarse, pero las moscas tienen el lujo que no tenemos nosotros de despertar con el sol, ya que usamos despertador. Todo este cambio se puede entender si uno piensa en cuando despierta sin la alarma: al despertar, se tiene un poco de sueño, pero ya (aunque quiera) no se puede dormir más. Cuando el despertador suena mucho tiempo antes de esto, se habla de sueño perdido", dijo el académico.
APRENDIZAJE
Las horas menos de descanso, a juicio de Ewer, quien participó el año pasado en la formulación de un proyecto de ley para terminar con los cambios de horario, "se llevan de manera crónica, porque todos los días ese tiempo pasa la cuenta y se va acumulando. Si tuviéramos luz eléctrica tan fuerte como el sol podríamos contrarrestarlo, pero la estrella es como diez mil veces más fuerte que cualquier luz de oficina".
Con el cambio de hora va a amanecer una hora más temprano y, por ende, explica el docente, se "va a reducir en una hora el déficit de sueño. Eso es bueno. El cambio que es malo es el de la primavera, porque es al revés y los niños y los adolescentes, por su edad, se despiertan más tarde. Ahora, con este horario, llegan al colegio con dos o tres horas de déficit de sueño".
Esta diferencia en la vigilia con los más jóvenes, según los expertos, no se produce por flojera, como se tiende a llamarles la atención, sino que por el propio proceso de aprendizaje del cerebro humano.
"Mientras no hay luz no se produce la suspensión de la melatonina (hormona secretada durante la noche, gracias a la cual se producen las fases más profundas del sueño, ajustando diversos procesos corporales, entre ellos el sistema inmunológico), por lo cual hay somnolencia y menos rendimiento en las primeras horas" de clases, destacó Vöhringer.
"Tu cuerpo no se acostumbra nunca (al nuevo sistema temporal) si tienes un déficit crónico de sueño, porque cada uno tiene una hora propia (según el organismo) en que empieza el día, no por las ganas de levantarse o dormir", sostuvo el biólogo, junto con afirmar que "el problema es que los adultos dicen que les gusta tener luz en la tarde, entonces la encuesta (de esta política pública) hay que dirigirla a los grupos más vulnerables", como los niños, adolescentes y personas con alguna patología mental, concluyó Ewer.