Escolares: volver a la rutina debe darse de forma paulatina
Transcurren los últimos días de febrero y comienzan a acabarse las vacaciones para los estudiantes. Niños y jóvenes deben empezar a dejar atrás los días de tiempo libre y horarios flexibles para comer, acostarse y levantarse que han predominado los meses recientes para incorporar aquellas estructuras más rígidas que guiarán el año académico regular. Un tránsito entre el relajo y las responsabilidades cotidianas que también llega a los adultos, pues las dinámicas de toda la familia se ven alteradas en el periodo vacacional, por lo que papás y mamás también deben volver a adaptarse y, sobre todo, guiar a sus hijos para que el proceso se dé de forma adecuada y sin mayores dificultades.
Por ello, la vuelta a la normalidad se debe dar con modificaciones paulatinas, por ejemplo, en cuanto a la hora de ir a la cama y de despertar, afirmó Jhonattan Salas, jefe de carrera de Psicopedagogía de la Universidad Santo Tomás sede Concepción, aclarando que los tiempos necesarios para cada persona dependen de la magnitud de los desajustes que se hayan hecho en las vacaciones, con las características individuales e incluso la etapa vital, pero que se requiere comenzar al menos con una semana de anticipación al primer día de clases, dándole así chance al organismo de re habituarse.
Por lo mismo, enfatizó que los adultos deben planificar esta re adaptación de sus hijos, lo que implica ir estructurando los horarios que se han cambiado durante las vacaciones hasta llegar al que será el habitual en el año.
DESCANSO
Un aspecto fundamental de retomar rutinas y tener horarios establecidos tiene que ver con que se mantengan hábitos y que exista tiempo para cumplir con todas las responsabilidades que demandan los estudios, pero también con resguardar que niños y jóvenes duerman las horas suficientes y tengan un sueño reponedor, pues esto es trascendental para tener la energía para enfrentar las demandas del día y también para un buen rendimiento en el ámbito académico. "Ser ordenado con el tiempo de descanso ayuda en procesos cognitivos como la atención y la concentración, aporta con energía, estimula una mejor condición física, mantiene el humor basal positivo e impacta en la toma de decisiones y en el estado anímico de cada persona", recalcó la psicóloga Javiera Hernández, coordinadora de Formación Integral de la Universidad San Sebastián de Concepción.
Desde allí detalló que si bien existen variaciones vinculadas con características y niveles de actividad de cada persona, un niño debe dormir entre 9 y 12 horas para sentirse con energía y mantener la concentración, mientras que un adolescente de 8 a 9 horas para funcionar y rendir de forma óptima.
Por otro lado, para que el sueño sea reponedor es importante considerar acciones como evitar el uso de pantallas previo a dormir, comer en exceso en la noche o realizar actividades muy intensas.
FACTOR PSICOLÓGICO
Un aspecto que deja de manifiesto la importancia de ir retomando las rutinas de manera progresiva tiene que ver con que según Hernández la adaptación depende de dos componentes que van de la mano: el físico y el psíquico-emocional.
En este sentido, dijo que la adaptación física depende de ordenar los horarios de descanso, retomar hábitos y actividades, y establecer estructuras, por lo que se basa en la capacidad de reorganizar los tiempos; pero que la psicológica tiene que ver con las diversas emociones que emergen al tener que retomar las responsabilidades y que condicionan el estado de ánimo con el que se enfrenta el cambio. Es por ello que la psicóloga apuntó que "de forma natural el organismo se adapta a todo. Para algunos puede ser de forma abrupta y para otros es más lento. Lo importante es conocerse. Si hay consciencia de que el período de adaptación es vivido con dolor, entonces hay que hacer algo previo para no enfrentarlo con la misma intensidad".
En cuanto a lo expuesto, la especialista sostuvo que en la infancia es más complejo retomar o adquirir rutinas, porque los niños dependen emocionalmente de sus padres y se acostumbran fácilmente al ritmo de las vacaciones, donde todo es jugar y estar en familia. "Emocionalmente, el cambio es más fuerte y cuesta más comprenderlo, esto explicaría por qué los niños se resisten a ir al jardín o colegio, a levantarse temprano y a dejar de llorar cuando hay desapego con los padres", manifestó; en los adolescentes es más fácil, opinó, sobre todo si han tenido un desarrollo normativo adecuado, pues la mayoría añora reencontrarse con los compañeros o retomar actividades deportivas, por ejemplo.
Por lo planteado, Jhonattan Salas se detuvo para decir que como parte de la adaptación, en niños pequeños y/o que vivirán cambios como el paso de la etapa preescolar a la escolar, también es importante anticipar cómo serán las nuevas rutinas. Así, junto con que las modificaciones paulatinas ayudan a evitar que los menores estén irritables o cansados durante los últimos días de vacaciones y los primeros de clases, también se propician niveles de ansiedad más bajos en los escolares.