Festival Biobío a Mil 2019 regaló días de buen teatro
En una época tan marcada por las cifras y resultados numéricos, el éxito del festival Biobío a Mil, en su octava versión, no debe estar señalada por las 6.000 mil personas que convocó el evento en las comunas de Arauco y Curanilahue, hasta ayer en el cierre con "El húsar de la muerte", de la compañía La Patograllina (se desarrollaron dos pasacalles que, lógicamente, abulta la cantidad).
El número tampoco debe medir y evaluar los buenos resultados en Concepción. Acá el festival programó 9 obras en sala, convocando 4.800 personas en el espacio de Cámara y Principal del Teatro Biobío, epicentro de la apuesta dramática desarrolada entre el 16 y 28 de enero.
Si ésta fue la mejor versión del Biobío a Mil, ello se explica por la cuidada selección de las obras, buscando abarcar públicos distintos en edad e intereses. A veces uno algo más interesados por los mismos títulos ("Pompeya" dirigida por Rodrigo Soto) o la novedosa posibilidad de ver a un actor de Hollywood -Tim Robbins- en su faceta de director teatral. En este caso, con el físico y a veces emotivo espectáculo teatral, "The new colossus", apladido por una entusiasta platea.
LOS TEMAS QUE TRAJO
De hecho, la apuesta de Robbins puso la marca en cuanto a contenidos tratados durante las casi tres semanas de evento, enfocado en la contingencia. En general con piezas centradas en temas como la discriminación ("Tú amarás", de la compañía Bonobo) o el sueño cumplido de los inmigrantes en un relato triste de final feliz como "Los niños del Winnipeg" (La Clave Maestra). Sin duda, uno de los puntos altos en la curatoría, sobre todo, al tratarse de un tema desarrollado frente a varios niños, en una atenta Sala de Cámara.
Su texto y desarrollo dramático, desde la propuesta de un cuentacuento, en menos de una hora logró momentos de natural emoción. Ello, considerando una puesta en cuadro viva y minimalista a la vez.
De alguna manera, el cuentacuento trajo al presente un hecho del pasado, sacado de la realidad (el viaje del Winnipeg), que pareciera no tener otro fin que hacernos más tolerantes y mejores personas en tiempos de sociedades tan líquidas como éstas, en el decir de Zygmunt Bauman.
Las piezas seleccionadas propusieron así una reflexión sobre el estado actual de las cosas, de la sociedad vacilante y que muchas veces va contra todo. Lo sentimos a través de aquella marginalidad que prefiere no verse ("Pompeya"), o la íntima y golpeante propuesta de la tremenda "Campo de batalla: las ruinas de Estocolmo" de la compañía local Tatrhoy.
Es el teatro que nos dio gusto ver durante días donde la estética del montaje/espectáculo sumó su espacio ("Conciero para dos clowns", de la compañía Les Rois Vagabondes), con buenos resultados.
FESTIVAL CON DESAFÍOS
Aunque en esencia un festival tiene carácter competitivo, la competencia que tiene Biobío a Mil es consigo mismo.
De este modo, los organizadores -Fundación Teatro a Mil, Teatro Biobío y la Municipalidad de Concepción, con el auspicio de Empresas Arauco- se están autoimponiendo la obligación de realizar próximas versiones, por lo menos, igual o más atractivas.
Y sí, porque también esta versión tuvo momentos algo más bajos, particularmente, "De Quijano a Quijote", con dirección y actuación de Héctor Noguera. Lo cierto, y por más que algunas personas hayan visto en éste un gran montaje, se sintió como una propuesta deslavada, sin vuelo dramático y una narrativa que más parecía una charla motivacional con ciertos rasgos teatrales (el intermabio escénico de los sombreros).
Contra este título, sin embargo, la labor curatorial cumplió totalmente. Por lo mismo, es de esperar que en enero de 2020, este evento se empiece a instalar como el gran hito teatral del verano, que hace mucho rato merece Concepción. Y las salas en el Teatro están dispuestas.