Ciencia en Chile ¿para qué?
El próximo 31 de octubre se hará efectiva la renuncia a la presidencia de Conicyt, la principal agencia de financiamiento de investigación en Chile, del astrónomo y Premio Nacional de Ciencias Exactas Mario Hamuy. Es el quinto presidente que renuncia a Conicyt en los últimos 10 años, una cifra insólita para un cargo de esa naturaleza. Tras 30 meses en oficio, en una carta dirigida a funcionarios y colegas de la comisión, destacó su trabajo en la tramitación y promulgación del nuevo Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, además de avances en propuestas para políticas de investigación en áreas prioritarias, centros de investigación y formación de capital humano. También, destaca el cambio en las bases del concurso de postdoctorado de Fondecyt, que hará una evaluación más integral de los postulantes para incluir no sólo aspectos cuantitativos relativos a productividad científica tradicional -papers, sino también sobre resultados de investigación, transferencia del conocimiento, formación, y el a mi juicio más novedoso y destacable, la divulgación científica hacia la sociedad.
Después de semanas repletas de actividades de comunicación de la ciencia en todo el país, la mayoría en el marco de la Semana Nacional de la Ciencia y la Tecnología de Explora, el entusiasmo por llegar a públicos ávidos de absorber conocimientos de los científicos nacionales, se vio truncado por la cruda y nada nueva realidad para la ciencia local: una reducción en más de 32.000 millones de pesos en el presupuesto para el 2019. Tanto científicos como economistas locales e internacionales, han remarcado que hay relación directa entre la inversión en conocimiento, sea transferible o no, y el nivel de desarrollo socioeconómico de un país, ya que afecta desde la complejidad, calidad y movilidad laboral, la creación de valor agregado y la innovación, hasta la calidad de las políticas públicas y toma de decisiones basadas en evidencia. El país lleva décadas estancado en un financiamiento que produce ciencia de buena calidad, pero de bajo impacto social y sin una clara política que defina qué áreas son las que queremos empujar y hacia qué desarrollo apuntará el país bajo la cuarta revolución industrial, de la que aún no somos parte como extractores y exportadores de materias primas.
Hay varias cosas que resaltar de la renuncia de Hamuy. El avance en la creación de una institucionalidad acorde al nivel de desarrollo del país, su compromiso con la divulgación y la participación de la comunidad, pero también las limitaciones -comunes en los científicos- en materia de manejo político, como para haber logrado un mayor presupuesto, aclaraciones de fechas y voluntades para llevar adelante el nuevo ministerio. ¿Para qué se hace ciencia en Chile? como menciona en su carta de renuncia, es una pregunta abierta y que ni este, ni gobiernos anteriores han querido responder. ¿Lo hará quien encabece el nuevo ministerio?
Periodista
científico