Actividad física regular: la mejor forma de proteger al corazón
En el mundo no existe un motivo que cause más fallecimientos que las enfermedades cardiovasculares (ECV). Así de claras son las cifras de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que afirma que en 2015 fueron 17,7 millones de personas las que murieron por estas afecciones.
Pero, si hay un dato más alarmante es que la mayoría de las ECV pueden prevenirse a través de factores comportamentales relacionados con los estilos de vida. Concientizar al respecto es uno de los desafío en el que se concentran los esfuerzos durante agosto, el "Mes del Corazón" en Chile, donde estas patologías son el fiel reflejo de las estadísticas mundiales.
Hipertensión arterial, diabetes, hiperlipidemia, sobrepeso u obesidad, alguna ECV ya confirmada o el componente genético, son factores de riesgo para la salud del corazón y los vasos sanguíneos que no se pueden cambiar. No obstante, sí se pueden modificar aquellos que suelen dar como resultado las mencionadas condiciones: los hábitos nocivos como una dieta malsana, consumo de tabaco, ingesta excesiva de alcohol e inactividad física, según lo que plantea Paola López, académica de Enfermería de la Universidad Católica de la Santísima Concepción.
De hecho, son estos los factores que la OMS atribuye como las principales causas de cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.
A TODA EDAD Y ETAPA VITAL
La falta de actividad física o inactividad es un aspecto al que prestarle especial atención, pues en sí mismo es factor de riesgo para los otros elementos que exacerban la posibilidad de desarrollar alguna patología cardiaca, lo que aumenta exponencialmente cuando está presente el antecedente familiar de ECV, explica la profesional.
Desde ahí, enfatiza en que el sedentarismo es un factor de riesgo que se puede modificar en cualquier etapa vital, pues siempre será recomendable comenzar a realizar actividad física, por lo que se debe fomentar en todos los grupos e idealmente desde la infancia para prevenir la aparición de factores de riesgo tempranamente.
Añade que "en el adulto y adulto mayor, la actividad física permite aumentar la esperanza de vida, debido a sus beneficios en la salud cardiovascular y estado emocional". Y sumamente favorable es también cuando ya existe una enfermedad cardiovascular.
Al respecto, López sostiene que en ese caso "debe ser adaptada a la capacidad funcional de la persona. Por eso, es necesario que realice actividad física en un centro profesional que determine la actividad adecuada a las necesidades individuales".
Pero, el anterior no es un ítem exclusivo de pacientes con afecciones al corazón, sino de todos quienes deseen dejar atrás el sedentarismo y empezar a mover el cuerpo regularmente. Así, antes de iniciarse en la actividad física, la académica recalca que "todos deben conocer su estado de salud, en especial el cardiovascular y respiratorio", de tal manera de que la rutina estén acordes a las propias condiciones y no se ponga en riesgo en su salud.
POSITIVOS EFECTOS
Un punto relevante a tener en consideración, es que según lo que comenta Paola López, la actividad física se transforma en un real factor protector cuando ésta se realiza de forma regular y está adaptada a las características de la persona, tanto en sus intereses, pero sobre todo en sus condiciones de salud.
Sobre los mejores ejercicios, recalca que son los aeróbicos de mediana o baja intensidad y de larga duración, como caminatas, natación o ciclismo. "Este tipo de ejercicio permite al organismo utilizar los hidratos de carbonos y grasa para obtener la energía, permitiendo control del peso y fortalecer la capacidad funcional de la persona", apunta.
Siguiendo la misma línea, Felipe Bravo, kinesiólogo de Clínica Ciudad del Mar, apunta que "los mejores ejercicios son los dinámicos, o sea, que signifiquen movilización a grandes grupos musculares en una cantidad de tiempo. La recomendación es 30 minutos diarios a intensidad moderada".
En este sentido, recuerda que el corazón es un músculo y es por ello que funciona mejor cuando se le ejercita regularmente, aclarando que los beneficios para este órgano, a largo plazo, es que mejora su función.
Agrega que otro resultado de la actividad física regular es la disminución en los valores de triglicéridos y colesterol LDL (o "malo") y que hay efectos notorios en el corto plazo, como control del peso y mejora en la condición física, pero sobre todo en el bienestar integral, lo que deja de manifiesto que sobran razones para decidir mantenerse activo habitualmente.