Muchos niños esperan emocionados el momento de ingresar por primera vez a un establecimiento educacional, sea jardín infantil o colegio, entusiasmados y expectantes por el comienzo de una nueva y trascendental etapa, conscientes de todo lo que aprenderán y vivirán. Saben que es un tremendo paso y por ello es también normal la ansiedad, nerviosismo o temor.
No obstante, hay un grupo de infantes para los que estas sensaciones son las predominantes. Así, no es nada extraño que el primer día o semanas iniciales de clases sean muchos los pequeños que lloren, lo que puede transformarse en un tormento para ellos y para padres que se llenan de cuestionamientos e incluso culpabilidad por dejar a sus retoños en el establecimiento. Una situación que, sin dudas, muchos mamás y papás están viviendo o experimentarán por estos días de inicio del año escolar.
Pero, el psicólogo Rodolfo Álvarez afirma que el llanto es una reacción esperable del proceso de separación y adaptación, principalmente en niños más aprensivos. Sobre esto, el profesional que es director de la Escuela de Psicología de la Universidad Santo Tomás de Concepción, manifiesta que "en ocasiones, es más a los padres a quienes les cuesta dejar a los niños, ya que ellos después se adecuan fácilmente. Esto ocurre en contextos de crianza esperados o normales".
EXPERIENCIA PREVIA
Lo que explica la naturalidad del llanto como reacción, es que en los primeros años de vida los niños no siempre son capaces de verbalizar lo que sienten o les sucede, incluso a veces apenas logran entender porqué lo dejarán en un lugar que no conocen junto a personas desconocidas, por lo que ante la falta de palabras, la respuesta viene desde el cuerpo.
El psicólogo asevera que en pequeños con problemas de ansiedad o que viven en entornos familiares donde existen situaciones complejas el llanto es aún más esperable frente a esta separación del primer día de clases.
Siguiendo esa línea, Francisca Puga, directora ejecutiva de "Triple P" Latinoamérica, programa de parentalidad positiva, recalca que la experiencia previa es fundamental frente a los distintos tipos de reacciones emocionales y actitudinales de los niños. La experta en Psicología Social Comunitaria especifica que otras vivencias de desapego, la cantidad y tipo de relación que hayan tenido con otras personas o cuidadores, los mensajes que se le muestran o escuchan de quienes están a su alrededor y la preparación que han tenido influirán mucho.
PREPARACIÓN Y SEGURIDAD
En la preparación hacen énfasis ambos psicólogos frente al primer día de clases de la vida o los cambios de etapa a nivel educativo, como pasar de la educación parvularia a la escolar. Los padres tienen la tarea de estar motivando sobre esta vivencia, tomando como ejemplo la propia experiencia.
Para que el niño pueda separarse tranquilamente y relacionarse sanamente con otros, hay que explicarles qué ocurrirá el primer día de clases, como la hora de levantarse, quién lo irá a dejar y a buscar o qué cosas entretenidas pueden realizar allí, plantean Álvarez y Puga. También es relevante contarles por qué es importante que vayan los niños al jardín o colegio. "Es aconsejable anticiparles que va a ser raro, que les puede dar un poco de nervios o vergüenza. Es decir, normalizar", apunta Puga.
En su opinión, es ideal visitar el jardín o colegio antes para que el niño se familiarice con el espacio, y que la mamá o papá le cuente a su hijo dónde irá o qué hará mientras se encuentre en el jardín y cuándo regresará por él. "Es importante que relacione su regreso con algo que el niño entienda como que al final del día se van a sentar en círculo, despedir y que luego lo irán a buscar", dice.
Sobre esto, el psicólogo Rodolfo Álvarez agrega que "lo estructurado da más seguridad y la planificación del día disminuye la angustia, pues el niño sabrá que lo dejarán, pero volverán", destacando en esto la puntualidad: si se le dice que lo irán a buscar a una hora hay que cumplir. "No se puede quedar solo los primeros días esperando a los padres", advierte, pues esto podría exacerbar los sentimientos de temor e inseguridad.
¿QUÉ HACER?
Según comenta el profesional, ante el llanto de un hijo por ir al colegio, la actitud correcta de los padres es contener, pero dejarlo, pues es necesario que se acostumbre. Esto también es un paso hacia a la autonomía. Asevera que volver con el niño a casa puede ser contraproducente y perpetuar la reacción.
Desde el punto de vista de Francisca Puga, si bien cada padre sabe qué es lo mejor o peor para su hijo pues lo conoce, ante la duda de dejarlo en el establecimiento, cuenta que en "Triple P" siempre proponen a los padres preguntarse qué aprende el niño si se lo llevan a casa cada vez que llora o qué está dejando de aprender, o si está en su riesgo su salud, seguridad o la de otros. "Probablemente, las respuestas que obtenga este padre, madre o cuidador, orientarán mejor la decisión de dejarlo allí o regresar a casa", asegura.
También dice que es trascendental escuchar y acoger la emoción de los niños, ponerlas en palabras, normalizar e irles contando que eso va a ir pasando con el tiempo, pero nunca desde una actitud de victimizar al pequeño, sino de entenderlo, expresando que es una situación normal, que como padre también lo vivió en la infancia, pero que sólo dura un periodo.
"Lo que nunca deben hacer los padres es desaparecer sin despedirse o irse escondido", recalca.
PONER ATENCIÓN
Como reacción normal, ambos psicólogos afirman que el llanto debería ir disminuyendo con el tiempo. Por ello, padres o cuidadores deben observar la frecuencia, intensidad y duración de este llamado de los niños, y que pasadas tres semanas, según Álvarez, ya es momento de encender las alarmas, por un lado reflexionando como padres qué se podría estar haciendo mal, si hay algo que esté sucediendo en el establecimiento o indagar si hay otra situación que requiera ayuda profesional especializada para abordarla y mejorar.