Fueron casi tres meses de relajadas vacaciones para la mayoría de los escolares. Pero, llegó la hora de volver a programar la alarma por las mañanas y a las rutinas que quedaron en el olvido por el verano, ya que el 5 de marzo es el inicio oficial del año académico.
Por los desajustes que el periodo vacacional conlleva en cuanto a horarios para acostarse, despertar, comer y en las actividades diarias, que niños y adolescentes deben restablecer los hábitos normales, en un proceso que se debe dar de manera paulatina previo a que llegue el primer día de clases, siendo lo ideal una o dos semanas antes, según plantea la psicóloga Teresa Izquierdo, directora del programa Aprender en Familia de la Fundación CAP. "De esta forma se evita la vuelta a clases de forma abrupta, lo que podría generar desórdenes y ansiedad en los más pequeños", afirma.
Lo primordial es que el regreso al colegio se dé de manera positiva (ver recuadro). Por ello se debe ir preparando gradualmente y si no se inició esta tarea, ya es tiempo de hacerlo, y la profesional detalla que lo básico es definir los horarios para ir a la cama y de las comidas, además de los límites en cuanto a ver televisión o del uso del computador y otros dispositivos digitales.
RETOMAR Y ADAPTARSE
Izquierdo cuenta que un hábito es una conducta o acción que se repite regularmente y que luego de aprendido retomarlo requerirá menos energía, pues no ha desaparecido. Así, aunque los niños requieran algo de ayuda y de su esfuerzo para poner en práctica aquellos hábitos que tenían y dejaron de lado en sus vacaciones, no es un trabajo que empiece de cero. "En caso que aún no se hayan formado hábitos en relación al jardín o colegio, algunas claves de éxito para hacerlo son la constancia, paciencia y el refuerzo. Repetir la conducta una y otra vez, lo que implica tiempo y perseverancia, más el reconocimiento de los logros que se van alcanzando, por pequeños que sean", explica.
Natalia Salgado, psicóloga de la Dirección de Apoyo a los Estudiantes de la Universidad Católica de la Santísima Concepción, afirma que el organismo humano tiene una sorprendente capacidad de adaptación, apuntando que "en términos generales se entiende que se requieren 21 días para desarrollar un hábito estable". Aclara, eso sí, que tanto en la re habituación a las rutinas como en la generación de hábitos influyen distintos factores como la edad de los niños, tiempo que llevan asistiendo a una institución educativa, su madurez emocional y/o su capacidad de autorregulación, pero que mientras antes se comience el proceso, será menos brusco y más eficiente y fácil de incorporar, sobre todo si se trata de los más pequeños.
QUE PARTICIPEN
Importante es conversar con los hijos sobre los beneficios de tener rutinas establecidas, no sólo para estudiar, sino sobre todo para descansar y alimentarse adecuadamente para que inicien y vivan el año escolar con energía. Salgado comenta que los padres deben expresar de la forma más concreta posible esta trascendencia para que lo comprendan y también lo que espera de sus hijos, a la vez de ir haciéndolos partícipes del reordenamiento y no sólo ejecutores. Incluso, dice que hay aspectos que pudieran irse negociando. "Un ejemplo práctico es la confección de un calendario que incluya los horarios de clases, los momentos de estudio o televisión, horas de comidas y de sueño. Es más valioso que el estudiante sea parte de la confección de esto, pudiendo incluso firmarlo (como un contrato), pues así aumenta su nivel de conformidad y compromiso con los cambios y órdenes que implementar", manifiesta la profesional.
HÁBITOS Y DESCANSO
Íntimamente ligado con la importancia de los hábitos está el descanso. Yilda Quintanilla, docente de la Escuela de Psicología de la Universidad de Las Américas, afirma que es trascendental cuidar los horarios de sueño y promover uno reparador, debido a que el descanso se produce principalmente al dormir y esto tiene un gran impacto en el desarrollo de los niños. "Dormir pocas horas y un sueño de mala calidad podría alterar procesos cognitivos, como la concentración y atención", precisa. El cerebro necesita descansar para consolidar los aprendizajes adquiridos.
"También afecta el estado de ánimo, de tal manera que el día se hará más difícil para los niños y las personas que interactúan con ellos. Entonces, las horas de sueño y su calidad son esenciales para que los niños puedan enfrentar los deberes escolares y relacionarse con otros", apunta.
"Para que el sueño sea reparador es importante considerar el baño, cenar con un tiempo prudente y comida saludable para que su estómago no esté muy pesado", detalla. Oscurecer la habitación puede ser una buena técnica, así como también leer un cuento y evitar estímulos como la televisión o juguetes cerca para favorecer la conciliación del sueño, agrega.
Estas acciones son fundamentales para la "higiene del sueño", que también requiere que siempre sea el mismo horario para ir a dormir, considerando que dependiendo de la edad e individuo varía la cantidad adecuada de horas de sueño. Para que esto sea un hábito, destaca, debe estar claro y ser conocido por el niño, y respetado por los otros integrantes de la familia, quienes también tienen el rol de ser consecuentes en estas conductas, para que se viva como una rutina común a todos, pues, finalmente, lo primordial es que los procesos se vivan en familia para arraigarlos y valorarlos.