Al entrar se observa una atmósfera mística, donde sólo se escuchan los reclinatorios y rezos. Sin embargo, hay un pequeño ruido que se escapa de esa escena. Al subir por una fría escalera de hormigón, mientras se avanza, esas plegarias se vuelven silencio. Al llegar al húmedo lugar, al final, se observa a una persona de aspecto sencillo junto a un deteriorado órgano.
Carlos Valdebenito (1970) es el hombre detrás de la restauración del instrumento de la Catedral de Concepción, el cual resultó destrozado por el tiempo y que el terremoto del 27 de febrero de 2010 terminó de remecer completamente.
El profesional, con 25 años de experiencia, explicó que los daños comprometieron tuberías, afinadores, cañerías y los intentos de restauraciones pasadas al histórico instrumento con más de un siglo de existencia.
"Hay una gran cantidad de elementos suprimidos, el órgano funcionaba en un 30%, siendo generoso. También suministros anulados (voces soprano) y desconectados del interior del instrumento. Además, hay termitas y por eso cambiaremos algunas maderas de la consola del piso del órgano", explica el restaurador oriundo de Olmué.
Desde marzo del año pasado, Valdebenito junto a su ayudante Warren Eaton (27) están reparando el mueble, la mecánica, teclados, la tracción del mismo, la pintura y el sistema eléctrico.
"El sonido de esta maquinaria debería tener una sonoridad que no es estridente, no es ampuloso y llena muy bien el espacio (...) Tiene muy buenos bajos, base, lo que le da un carácter masculino, ronco", acota el experto.
- Yo perseguía este instrumento hace bastantes años. Después de mi viaje -estuvo en Europa entre los años 2004 y 2005- vine para acá con la idea de conocer el órgano y dije "qué rico sería restaurarlo". En ese tiempo no estaba tan malo.
Retornó a la zona el 2016 para poner al día el instrumento de la Iglesia Anglicana, lo que llevó sus pasos a la Plaza de la Independencia, un día domingo. "Entré a la Catedral y pregunté si era posible ver el órgano. Ahí me dijeron que me estaban buscando, porque querían arreglarlo (...). Nunca se dio hasta ahora, así que tiempo al tiempo", comenta Valdebenito.
Desde marzo pasado el organero -así es el nombre de su oficio- trabaja en el instrumento de 107 años de antigüedad diseñado por el italiano Oreste Carlini.
Contó que esta labor es una dedicación de varias décadas -se dedica a este tipo de reparaciones hace 25 años- y que para llegar al reconocimiento que tiene ahora, debió emprender un viaje desde muy joven en el oficio.
VIAJE FRANCÉS
En sus años de juventud, Carlos Valdebenito no tenía muy claro el rumbo profesional que tendría a futuro. Lo que sí sabía, es que la música sería algo permanente en su vida. Un elemento que lo definió y que es parte de su profesión.
Amante de la música de César Franck y Johann Sebastian Bach, comenzó a los 17 años a estudiar interpretación en órgano con el maestro chileno Mauricio Pergelier, quien lo guió por este otro camino y lo incentivó a seguir. "Hay que tener un cierto gusto por reparar cosas, tener curiosidad, saber y querer arreglar y, bueno obviamente, hacerlo bien. Después dejé de estudiar con él, me involucré en este camino paralelo y llevo dos décadas y media trabajando en esto", dijo quien trabaja en el órgano instalado en la Catedral penquista durante los años 60 (originalmente fue del Seminario de Concepción).
Luego viajó a Europa a estudiar en el taller de organería de Jean François Dupont en Francia, para tener un aprendizaje sistemático y profesional en la materia.
"Este país tienen una preocupación permanente de todo lo que es el área patrimonial y no sólo en cuanto a edificaciones, monumentos, sino en cuanto a instrumentos. El Estado francés se preocupa de financiar la restauración y mantención a nivel histórico y cultural", detalló el porteño.
El discípulo de Dupont especificó que esa escena gala es un panorama muy lejano a lo que pasa en Chile, ya que no existe una labor por parte del Estado de proteger este tipo de artefactos.
"Los órganos acá empiezan a morir y cuando ya están dando sus últimos estertores, el cura llama al organero. Eso en Europa no pasa. También tuve la suerte de ver lo que ocurría en Alemania y es exactamente lo mismo. Es una preocupación constante del Estado y de los dueños de los instrumentos", destacó quien suma con éste 10 reparaciones.
DULCE Y AGRAZ
- Como todos los oficios tiene muchas cosas lindas, pero otras no tanto. Es de dulce y agraz.
Pero aunque esta labor es de mucho esfuerzo y perseverancia, el intérprete en música alude a que es "es un oficio maravilloso y que requiere de mucha dedicación, paciencia y gusto por lo viejo. Es decir, para esto se necesita tener un poco el alma vieja.
- Emoción. Cuando uno tiene una pasión en la vida y se mueve a través de ella, cada vez que te enfrentas a algo que te motiva o te produce gozo y emoción.
El organero, que terminará su labor en mayo, tiene su taller en Olmué, donde restaura, fabrica y arrienda órganos. "Empecé a pensar con mentalidad europea, o sea, acá no tenemos cajas muertas, sino patrimonio. Una de las personas que me guío en Europa me dijo 'vuelve a Chile y rescata tu patrimonio' y eso para mí fue muy importante. Con esa visión llegué y trato de hacer en mi trabajo".