"Viento salvaje" se transforma en una lección de vida
Fueron los nórdicos, en la década del 20, en tiempos del cine mudo, quienes entendieron la potencia dramática del paisaje, casi como un protagonista central de la historia. Basta apreciar algunos pasajes de un título como "El viento" (1928, Victor Sjöström), para comprender el drama desde un paraje agreste, ingrato y que no cede espacio a la víctima.
Algo de aquello toma el ahora director Taylor Sheridan -guionista de "Sicario" (Denis Villeneuve, 2015) y "Hell or high water" (David Mackenzie, 2016), para internar a sus personajes (y al propio espectador) en un verdadero y sutil infierno blanco proyectado en las gélidas y nevadas tierras de Wyoming.
Es el marco para un relato que avanza y demuele, enfocado en la investigación del asesinato de una joven en una reserva india. La misión de aclarar el hecho la lleva a cabo una inexperta agente del FBI (Elizabeth Olsen), cuyo principal colaborador es un parco cazador de coyotes local (Jeremy Renner). Conoce la nieve al detalle, al punto de sentir su latido y relación con la comunidad del sector.
Marcado por un pasado trágico, sin pretenderlo será el detonante clave para que la pareja -no amorosa- comience a generar lazos. Ambos se necesitan y comparten heridas no declaradas, como aquellos hermanos de "Hell or high water". Aquí, además, está el paisaje nevado, el que también los cruza por necesidad, en este caso, de la investigación del asesinato.
LAS COSAS SON
Como un western de Sam Peckinpah, o aquel cine de personajes inhóspitos de los años 70, los protagónicos de esta cinta se involucran sin declararlo, simplemente, por el hecho de estar y caminar juntos en torno a un objetivo. De ahí que las palabras no abunden, sino que sean las miradas las que estremecen y producen estallidos sorprendentes, pese a la parquedad con que están tratados.
Por sobre todo, estamos frente a una película de momentos y no necesariamente de acción regular, es decir, de causa y efecto. Es de esas apuestas cuyos subtextos brillan más que los actos regulares del relato, los clímax y esos giros que tanto ocupan los guionistas reglados. Sheridan hace que su historia transite por la vereda opuesta y, quizás, más sugerente de las formas y fondos. Personajes y entorno -el ambiente- son uno solo y condición esencial, para ponernos frente a una obra valiosa en su simple complejidad.