Estudio apuesta por contribuir a la resiliencia de las araucarias
El vínculo entre los pehuenches y la araucaria araucana es uno fundamental en su cosmovisión y estilo de vida. Un árbol que llevan siglos protegiendo, porque les entrega uno de los alimentos esenciales de su dieta: el piñón. No en vano esta especie milenaria, endémica de la zona centro sur de Chile y del extremo noreste de la Patagonia de Argentina, declarado monumento natural de nuestro país, también recibe el nombre de pehuén.
Es por eso que en la Reserva Nacional Ralco, ubicada en la comuna de Alto Biobío y administrada por la Corporación Nacional Forestal (Conaf), donde existen comunidades pehuenches, ellos pueden extraer piñones y criar a sus animales, un derecho ganado por su presencia ancestral en dichos terrenos, afirma Rolando Rodríguez, doctor en Ciencias Forestales en el área de Silvicultura.
Sin embargo, la intervención humana tiene consecuencias en las tierras, al igual que la ganadería, siendo parte de los factores que afectan la regeneración de las araucarias, la que depende de la floración, su producción de semillas y disponibilidad de éstas que efectivamente puedan germinar. Indagar en esto, precisamente, es el objetivo de una investigación que está desarrollando un equipo de académicos de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción. Uno de ellos es Rodríguez, en conjunto con la Conaf.
SEMILLAS Y DENSIDAD
Justamente, el estudio que comenzó el 2014 y culminaría el 2018, surgió desde la inquietud de Conaf de analizar los efectos de pastoreo y las dinámicas de producción y consumo en la regeneración de la araucaria y en los suelos, razón por la cual el estudio considera dos áreas, una intervenida y otra que no.
En lo que llevan de investigación notaron que en condiciones naturales, la producción de conos y disponibilidad de semillas, factor que incide en la regeneración de las araucarias, varía notablemente entre un año y otro: en 2015 una araucaria hembra producía en promedio 35 conos, mientras que en 2016 la cifra cayó a 1, afirma el investigador.
A esto se debe agregar, dice Rodríguez, "el consumo de la semilla que cae por parte de los animales, que es muy fuerte, tanto bovinos como caprinos".
En cuanto a la regeneración de la especie, si bien en la zona donde no hay pastoreo está activa, el panorama cambia en aquellas que sí. "Las densidades no son las adecuadas y varían entre 100 y 400 plantas por hectárea, en circunstancias que deberían ser más de mil 500 y ojalá muchas más, porque éstas van muriendo después", apunta el académico.
DIVERSIDAD REDUCIDA
Uno de los problemas que han notado es que la mayor parte de la regeneración de las araucarias es vegetativa y no por semilla, es decir, reproducción asexuada. "De cualquier raíz, brote o rama surge un individuo. Eso hace que, probablemente, el bosque esté degradándose en términos genéticos", sostiene Rolando Rodríguez.
Es el anterior aspecto donde está el acento, una de las aristas que releva el valor de esta investigación, sus resultados y las medidas que se puedan generar a partir de éstos, pues también realizarán un mapeo de diversidad genética actual, tanto en las zonas donde hay pastoreo como en las que no para comparar ambos ecosistemas, en miras a generar estrategias para enriquecer los bosques.
"El bosque de araucarias está compuesto por grupos de árboles o troncos que, en realidad, provienen de un sólo individuo, provocando que la diversidad genética de ese bosque sea muy reducida", explica Rodrigo Hasbún, ingeniero forestal y doctor en Biología, también docente de la Facultad de Ciencias Forestales de la UdeC.
Aclara que el impacto de esta situación se relaciona con la capacidad de respuesta que tenga el bosque a eventos climáticos extremos o alguna enfermedad nueva a la que todos los individuos sean susceptibles: todos se van a morir. "En cambio, en una condición sana, si hay diversidad genética van a haber algunos que morirán y otros que serán capaces de resistir y evolucionar para adaptarse a esa nueva condición", manifiesta.
En ese sentido, cuenta que si bien está en investigación, lo que esperan es que en el área menos intervenida se encuentre mayor diversidad genética y que esto de pie a contribuir a la diversidad genética del área donde la regeneración de la araucaria está mermada.
UNA HERENCIA
Es importante mencionar que la práctica de los pehuenches de pastorear o extraer piñones, básico en el sustento económico de las familias, no se va a eliminar y tampoco es lo que pretenden recomendar. Por el contrario, Rolando Rodríguez plantea que la meta es poder entregar herramientas que beneficien a las comunidades, avanzando hacia el equilibrio, "con medidas realistas y de largo plazo que contribuyan a un enriquecimiento genético del bosque que le permita a futuro enfrentar en mejores condiciones los riesgos ambientales que vengan", recalca.
Convenir zonas libres de ganado o vedas parciales de extracción de piñones, esperando que las áreas se recuperen o se establezcan las araucarias, cuyo crecimiento inicial es rápido, es parte de lo que se podría hacer, dice el investigador que, además, destaca que "el desarrollo de investigaciones que protejan y aumenten la riqueza de estos bosques es una herencia a las futuras generaciones".
Y muy futuras generaciones, añade Rodrigo Hasbún. "Probablemente, lo que hacemos ahora no se va a ver de aquí a 50 años, sino unos cientos más. Pero, si nos preocupamos de regenerar un bosque genéticamente diverso, le estamos dando una gran base para que sea capaz de responder por sí solo a los cambios que van a venir, porque van a haber nuevos cambios climáticos, la temperatura seguirá fluctuando, vendrán otras enfermedades y problemas ambientales, eso es seguro. Y la única forma de asegurar la resiliencia de estos bosques es que estén constituidos por individuos genéticamente diversos", concluye.