Cómo Chile adapta su borde costero ante el riesgo de maremotos
La madrugada del 27 de febrero de 2010 dejó innumerables recuerdos, la mayoría no del todo gratos, en los habitantes de las zonas centro y sur de Chile, a causa del terremoto de 8,8° en la escala de Richter, junto al posterior tsunami. A siete años del movimiento, expertos de múltiples áreas continúan trabajando en la contención de fenómenos similares, a través, por ejemplo de la construcción en el borde costero.
El Gobierno anunció, hace unos días, un Parque de Mitigación Fluvial en Constitución (Región del Maule). El proyecto, que considera la plantación de 287 especies robustas, tiene como objetivo generar una barrera natural de contención que ayude a disipar la fuerza del mar.
La existencia de áreas de mitigación ante la acción de las olas, como dunas o bosques, así como obras de ingeniería "siempre será beneficioso para proteger el borde costero del ataque de las olas de tormenta y de marejadas, aunque las dunas solo son efectivas contra un tsunami cuando las olas son de baja altura, como ocurrió en Pichilemu", indicó la profesora de arquitectura de la Universidad de Chile, María Victoria Soto.
planificación
Para la académica, quien también es parte del Programa de Reducción de Riesgos y Desastres de la casa de estudios, es importante planificar el borde costero para enfrentar este tipo de fenómenos, reconociendo las áreas susceptibles de inundación en caso de maremotos y marejadas, junto con alejar los asentamientos, la infraestructura y los servicios de la costa.
"El evento del 27 de febrero en el borde costero nos enseñó que debemos estar preparados para estos eventos, que son parte de nuestra geografía. Para ello es central la educación y un ordenamiento territorial basado en mapas de amenazas a escala local", explicó Soto.
El docente de Ciencias Forestales, Eduardo Martínez, destacó que el valor de una iniciativa de este tipo reside no tanto en lo que pueda aportar disipando la energía del tsunami, que ante un fenómeno demasiado fuerte podría ser menor, sino fundamentalmente en que la generación de este tipo de parques evita que sean dañados en un primer momento personas o la infraestructura.
selección de árboles
"Donde hay bosque no resulta dañada la población, pero se tiene que seleccionar de manera adecuada las especies que se van a plantar, ya que tenemos ejemplos de principios del siglo XX en la costa del Maule, que están ahí intentando prevenir el avance de las dunas, pero también se plantaron especies exóticas y algunas fracasaron completamente", remarcó Martínez.
Las especies deben poder resistir un ambiente salino, ser fuertes y crecer rápido, detalló el profesor, pero también se puede dar el caso de áreas donde, en vez de árboles, lo ideal sería plantar matorrales o arbustos, dependiendo de las características de la zona.
El académico enfatizó que las especies elegidas para proyectos de mitigación tampoco pueden ser demasiado agresivas, ya que a futuro podrían derivar en un problema ecológico: "Uno busca especies que crezcan rápido, para prevenir la erosión, pero las que funcionan bien son muy agresivas en sus mecanismos de ocupación de un territorio, y tras un par de generaciones pueden invadir predios agrícolas o avanzar a los bordes de caminos, aumentando los riesgos de incendios", recalcó.