Los Santos Dumont anuncian su próximo vuelo
El acto que le confirió a Santos Dumont -el aviador- un lugar en la historia, vino precedido de numerosos experimentos, intentos y caídas. Nuestros Santos Dumont, tan emblemáticos para la escena local, parecen haber escogido ese nombre de forma profética. Su fragmentaria biografía nos habla de ascensos, sobrevuelos y caídas.
El recorrido comienza hacia 1990, como un resabio de las extintas Emociones Clandestinas. El cambio de década exigía también un cambio de estética. El mercado musical se abría terreno en nuestro país y era necesario reaccionar. Había muchas expectativas en juego, pero llegar a un punto de visibilidad y mantener la vigencia exigía aprender nuevos códigos.
Ser un profesional de la música, operar desde provincia y mantener un margen de autonomía artística nunca ha sido un trabajo fácil. Y sin embargo, durante esa década los Dumont lo consiguieron.
La audiencia parece sentir más veneración por los ascensos meteóricos; por los que se saltan la fila. Bueno, este no fue el caso. Hubo pellejerías varias, cambios en el plantel, cassettes independientes, trabajos colectivos. Quemaron todas las etapas que exigía forjarse una identidad con nombre y sonido que llamara la atención en Santiago y los empujara hacia la siguiente etapa.
ALCANCE NACIONAL
Con el salto de 1993, Santos Dumont se convirtió en la tercera banda de rock penquista en tener una proyección de alcance nacional, con su consiguiente aporte a los mitos sobre el rock local. Pero seamos justos con el mérito. Primero, siempre es necesario insistir en que sonamos diferentes de los demás, especialmente de Santiago. Sino, "rock penquista" pasa a ser solo una denominación geográfica, sin contenido.
Por otro lado, los '90 fueron una época especialmente competitiva para la música nacional. La actividad en Concepción era intensa, diversa. Abundaban los proyectos paralelos como estrategia para tantear terreno. Pero se requerían talentos más allá de lo musical para alcanzar los sellos discográficos y la producción de alto vuelo. Santos Dumont estuvo a la altura.
Luego vinieron "Un día en el ático (y lo que encontramos allí)" (EMI Odeón, 1997) y el consagratorio "Similia Similibus" (Warner Music, 1999), considerado por algunos especialistas como uno de los mejores discos del rock nacional. Ahí se concentra su sonido reconocible, que nos retrotrae sobre todo a los '60 y '70, a la psicodelia y el brit, haciendo parecer nuestro lo que tres décadas antes era inglés, reforzando esa característica clave del pop-rock penquista que hasta el día de hoy resuena en nuestros oídos y nuestros bares.
Y entonces, un silencio relativo motivado por el desgaste. Quebrado apenas porun par de gestos en forma de EP, colaboración o reedición. Como queriendo decir algo que no llega a ser dicho, contenido por nuevas inquietudes y proyectos.
RETORNO AL ESCENARIO
Actualmente, "Punta de Lobos" (disponible para descarga en su página oficial), nos confirma que la energía contenida exigía ser liberada. Con cambios en el plantel, los Dumont suman retazos a su fragmentada historia para nutrirse de savia nueva y dar cuenta de tendencias más recientes en la música popular nacional e internacional. Dejaron de ser la banda de Concepción para convertirse en una banda que reúne componentes de diferentes confines del país.
Entre las consabidas señas de psicodelia y pop británico, evidencian trazos de folk anglosajón y se incorpora la dulzura del ukelele, nuevo juguete sonoro de la adolescencia. Se buscan nuevos sonidos y nuevos matices, pero sin renunciar de pleno a aquella identidad construida a lo largo de toda una década. "Punta de lobos" abandona la solidez acústica de épocas mejores, pero así y todo es un disco que agrada por su calidez.
El próximo mes de septiembre, la noche penquista se inaugura con la presentación en vivo de este nuevo trabajo, que ya ha recorrido otros escenarios del país. Vuelven los mismos, pero diferentes. ¿Qué nos depara este reencuentro?
Esperemos que nos regalen un recital que equilibre lo antiguo y lo nuevo, pues la magia actual de Santos Dumont radica justamente en su diversidad espacio-temporal, en la afortunada confluencia entre experiencia y renovación. El ayer no puede excluirse en una banda con cimientos tan sólidos sosteniendo su presente.