"Balmarock Vol. 4" compone un disco de honesta variedad
Una pasada por los 11 temas de "Balmarock vol. 4" sirve para asumir una idea que corre hace rato -más de 30 años- en las aguas más profundas de la identificación del sonido penquista.
Así evidencian los surcos del trabajo (CD) producido por Balmaceda Arte Joven, cómo este sonido transita entre pasajes del primer The Cure -por extensión la impronta británica sigue sostenida en la zona- y aquel punk rock que en menos de 3 minutos apunta temas de carácter social que siguen importando.
Tal como dijera el crítico Nik Cohn, en su clásico texto "Awopbopaloobop Alopbamboom" (1968), el rock es (y debe ser) una música sencilla.
Sumemos directa. Esto, en el sentido de las herramientas que ocupa para atrapar la atención del escucha, y que podría variar de las improvisaciones de Hendrix, las estructuras sonoras de Pink Floyd o Los Ramones.
CÓMO PARTIMOS
El presente trabajo da cuenta de todo lo anterior. Lo hace desde un elemento destacable y que se relaciona con la honestidad (sonora) de cada uno de los presentes en la compilación planteada por Jorge Meza.
Por los surcos de la placa transcurren argumentos del folk, con un Sebastián Castillo que debería encontrar su punto de vista, incluso, cantando en inglés.
Así se le escucha en "Golden woman", corte construido a partir de quiebres, altos y pausas, que imprimen el latir de una voz que debería seguir. Ello sin la necesidad de entusiasmos innecesarios, que lo sacan del margen en algunas líneas y momentos.
Un detalle, aunque no totalmente logrado, está puesto en la apertura de esta aventura de casi 40 minutos. Lo que hace Sebastián Olguín es mostrar una "Intro" de carácter surf/grindhouse.
Sus cuerdas sintonizan con una base rítmica que le hace guiños al cine salvaje de los años 70, cuando las pantallas norteamericanas exhibían funciones dobles de títulos violentos, cargados de sexo y sangre. Explotación pura la representada para abrir un disco que gira por sus variaciones.
Entre la oncena titular, insisto todos planteados desde la honestidad, la obra camina por diferentes propuestas. Una que no se cansa de traer a la memoria presente el legado de Los Bunkers (la banda penquista siempre destacó por la gran comunicación de sus bases). Así, precisamente, se escucha "Estoy aquí", el que mejor funciona como single. Siento60, nombre de los encargados de presentar el corte, apunta sobre las bases del rock penquista, para realizar una apuesta donde la musicalidad funciona durante 4 minutos.
ESTO SIGUE
Desde "Rastros", que escuchamos interpretado por Viaje Eterno, este nuevo volumen de Balmarock entra en lo que podríamos llamar su segunda parte. Quizás, la que más provoca desde lo estético y musical, con mixturas que evidencian letras que hablan sobre lo identitario en una zona marcada por las raíces. Unas que se unen a pueblos, etnias y cuestiones de carácter ambiental, que denotan una preocupación consciente por estas temáticas.
Un ejemplo y buen resumen de aquello es lo que muestra Viaje Eterno. Desde el rock con bases pesadas, pero no densas, el grupo tiene material como para pensar en algo más en términos de obra.
Por algo su corte dura 7 minutos, los cuales trabajan a conciencia, sin que tampoco se escuche "largo". Su historia implica un desarrollo que no necesariamente sintoniza con los resultados "rápidos" que tanto se piden hoy en las audiencias. Lo de ellos es más pausado.
El segundo instrumental de la placa, propuesta de Ouarouch, quizás sea lo más débil en términos de propuesta. Colmado de pasajes reiterativos, es lo más flojo en sonoridad. En caso como éste cabe darle una vuelta y mayor extensión a notas que no "cuentan nada", quedándose en lo más cómodo, que es tocar para cumplir.
Un tema hardcore con gusto a pop es "De perro". Allí Polerones sostiene un juego colmado de una adolescencia planteada desde lo interpretativo.
Los cortes y pases están precisos, para conformar una forma musical escuchada varias veces antes, pero que no pierde frescura tonal.
Planteado desde la otra vereda, con arranques stoner, "Sol" de Criatura Oculta llama a ese rock que escuchamos en Los Muertos, por ejemplo. La lírica tiene algo que decir en relación al medio y ambiente, tratos y abusos.
Por ahí, pero desde lo autoral, también aparece "Razonar". Jonathan Medina entrega una de las cotas altas del álbum, un tema razonado en torno al medio que nos acoge y que se acompaña bien con la voz femenina.
Al cierre se instala "El perro". Allí Kien Nos Salva se apunta con una clara evidencia de la influencia que ha tenido Machuca en el devenir del punk rock local. Esto al punto de parecer un cover de "Corazón desilucionado", pero en el siglo XXI.