Actitud colaborativa para el futuro
Para que una organización sea efectiva y productiva requiere ser colaborativa. No obstante, aquella virtud muchas veces se ve opacada por una actitud que podemos considerar contraria a la colaboratividad: la competitividad.
Se trata de una característica instalada en nuestro aprendizaje temprano, desde el colegio, siendo una pieza enraizada en nuestra cultura y forma de vivir. Implica anular al otro y dejarlo de lado, en pos de destacar y ser reconocido. Por tanto, puedo no incluir a quien tengo al lado, lo que me impide usar las herramientas que pudiera aportarme, ni potenciar mis ideas a partir de sus capacidades.
Es importante hablar de esa dificultad en ámbitos laborales, porque hasta ahora, no sabemos trabajar colaborativamente. En una vida de competencias, sentimos que al colaborar y sacar lo mejor del otro, éste puede anularnos, lo que también se relaciona con nuestras inseguridades y vulnerabilidades. Esto se expresa, por ejemplo, cuando tratamos de abarcar y hacer todo, lo que es necesario revisar. Incluso, como no puedo brillar a partir de mis capacidades, comienzo a anular las del otro, a limitarlo, a usar verbalizaciones negativas e impedir que se desarrolle. En vez de usar aquella energía en sacar lo mejor de mis capacidades, la gasto en hundir al de al lado.
Ser colaborativo implica renunciar a la individualidad. Suena difícil, pero un equipo exitoso se vanagloria de aquello en base a un resultado grupal, donde se abandona el mérito personal para llegar a uno colectivo. Otro elemento relevante es el aprendizaje colectivo, donde cada quien desarrolla habilidades a partir de las competencias de su colaborador. Ser colaborativo también implica alcanzar la confianza necesaria para mostrar debilidades sin temor, que abren una posibilidad de desarrollo. Si no hay confianza, no muestro debilidades y no se generan posibilidades de mejora.
Pero, ¿cómo se puede fomentar esta actitud? Con vínculos de confianza, instancias de autoconocimiento y espacios de trabajo creativo.
Es importante también el rol del líder, ya que no funcionará en tanto considere una jerarquía superior, sino mientras manifieste una horizontalidad, exigiendo al equipo llegar a un espacio colaborativo, donde cada uno se potencie, en lo profesional y personal.
Un buen ejemplo de colaboración es reconocer nuestros límites. Si digo que no puedo hacer algo, el equipo puede sumar a alguien que sí puede, generando crecimiento. Otro ejemplo es usar los espacios de trabajo de manera respetuosa, sin incomodar a mi colega. También es ser consciente de mis emociones y de lo que digo, haciéndome cargo de mis procesos. Y finalmente, ser proactivo frente a las tareas y objetivos.
Actualmente, muchas organizaciones y empresas han comenzado a trabajar en sí mismas y en sus equipos de trabajo hacia modelos más colaborativos. Lo mismo a nivel social, donde estamos despertando y entendiendo que no hay otro camino. Para generar un cambio significativo a nivel de nuestra forma de vida, la actitud colaborativa requiere de nuestro esfuerzo personal, con una renuncia a la competencia para una construcción social de colaboración, permitiéndonos adaptarnos y conservar mejor nuestro entorno, nuestro planeta, nuestro país, la empresa en la que trabajamos, el colegio de nuestros hijos y nuestra familia. Hoy día, es una necesidad evolutiva que saltemos a esa colaboratividad, ya que como dicen algunos, competir nos conduce a la extinción.