Moonlight es una historia que recorre toda una vida
Con un presupuesto menor y pocas expectativas de alcanzar una distribución de corte internacional, Moonlight comenzó a dar que hablar en agosto de 2016, cuando fue estrenada en algunos festivales estadounidenses. La crítica se rindió ante la cinta dirigida de Barry Jenkins y poco a poco logró convertirse en la película de la que todos estaban hablando.
Dicho viaje se coronó el pasado 26 de febrero, con la obtención al Oscar a la Mejor Película del año. Recientemente estrenada en Chile, Moonlight es la gran sorpresa de la pasada temporada y méritos tiene de sobra.
Básicamente, la historia nos cuenta la vida del joven Shiron, un niño de raza afroamericana que vive en los suburbios de una ciudad estadounidense. La narrativa nos cuenta en tres momentos distintos los pasares del joven, teniendo que lidiar con su madre alcohólica, el bullying en la escuela y la falta de una figura paterna.
Los temas raciales están de moda en Hollywood y se podría pensar que Moonlight es tan solo una más de esas historias. Sin embargo, pese a que la temática racial es importante, la película se caracteriza mucho más por su particular forma de relatar los hechos, además de lucir un extraordinario realismo, tanto en su guión como en las actuaciones.
Y es que la película se toma el tiempo necesario para explorar cada una de las emociones y sensaciones que viven en los personajes. En cada uno de los tres fragmentos, podemos conocer nuevas características de los protagonistas, lo que nos entrega las herramientas para llegar a entenderlos en profundidad.
Uno de los grandes méritos de la dirección de Barry Jenkins es su capacidad de mantener la esencia de los personajes en las tres personas que los interpretan. El joven Shiron es presentado como niño, adolescente y más tarde como adulto, pero para el espectador siempre estamos en presencia de la misma persona. Cada uno de los planos y las secuencias entregan información fundamental para comprender el desarrollo del personaje.
Ahora bien, visualmente la película es una lección de cómo utilizar el lenguaje no verbal. Todo en Moonlight está bien encajado y conectado. La fotografía y la música cuajan a la perfección con el tipo de historia que se quiere contar. Los planos de Jenkins en la playa, en las calles de los suburbios, contribuyen aún más a conocer detalles y datos útiles en la construcción de esta historia de vida.
A pesar de que todas las actuaciones son correctas, Mahershala Alí destaca por sobre todos. Presente solo en la primera de las tres historias, Alí logra ser el personaje más recordable de toda la película, aunque resultaría difícil explicar el por qué. El guión juega con el espectador en ese primer fragmento, pues muchas veces la historia parecería tomar rumbos sórdidos y oscuros, mas se las ingenia para sorprendernos con un mensaje esperanzador, cotidiano.
Naomi Harris, como la madre del joven Shiron, también es uno de los puntos altos, con una sólida interpretación de una mujer drogadicta y solo centrada en sus propios problemas. Como dijimos anteriormente, hay escenas en Moonlight cuyo realismo provoca que situaciones que podrían considerarse comunes, provoquen una crudeza muy difícil de conseguir en el cine. Y es precisamente algo que la película logra a la perfección, de manera mucho más pulcra que otras producciones de su género.
De todas formas, es importante dejar en claro que no es en ningún caso una historia fácil de digerir. La narrativa es lenta y el lenguaje no verbal abunda, así como la necesidad de interpretar lo que vemos en pantalla. Sin embargo, el ejercicio vale absolutamente la pena. Moonlight es, desde cualquier punto de vista, una lección de cómo mostrar la vida tal como es.