"Hay ratos en que se me borra, que es mentira que se quemó"
A Marcelino Medina (66) le cuesta caminar por una quemadura que sufrió en su pierna derecha hace muchos años, se acompaña de un bastón que utiliza con mucha habilidad y con el que se desplaza por cerros irregulares y caminos con tierra suelta sin tropezar. Gracias a unos vecinos, llegó esta semana hasta la zona urbana de Florida para trasladar las ayudas que le donaron: sillas, vasos, papel higiénico, comida para perros, agua, entre otras cosas. Todo, para volver a levantarse tras la pérdida total de su casa por las llamas.
Don Chelo, como lo llaman sus conocidos, representa a una de las 115 familias que presentaron daños en sus viviendas tras el megaincendio que afectó a la comuna de Florida y que, hasta el momento, deja un saldo de más de 28 mil hectáreas destruidas. Claro, que él vive solo en el sector rural San Antonio de Dadi, a casi una hora de la zona urbana.
"He vivido toda la vida aquí. Esto era de mis abuelitos, en ese entonces uno iba teniendo moneditas e iba comprando un poco de terreno, antes eran baratos", recuerda Marcelino, sin embargo, producto de la misma catástrofe hay cosas que ha olvidado o que se confunden en su memoria. Por ejemplo, no recuerda haber estado con el intendente Rodrigo Díaz en una actividad de entrega de beneficios con Indap, pese a que ese día se emocionaron y lloraron juntos producto de la tragedia.
Por lo mismo, dice que "hay ratos que se me borra, que son mentiras que se me quemó la casita. ¡Cómo no me va a dar pena! Está todo perdido, lo que no se quemó el caldeo les jodió la raíz".
PÉRDIDAS TOTALES
"Parece que fue el domingo que llegaron las llamas aquí. Ese fuego ya había pasado, pero cambió el viento, hizo unas vueltas altas y se tiró para acá . Y yo estaba aquí con los baldes ayudando", recuerda Don Chelo sobre cómo las llamas arrasaron con su casa de madera y una bodega de barro.
En un principio creyó que se había salvado, como había mojado gran parte de su propiedad y las llamas estaban lejos, parecía que todo iba a estar bien.
"Después llegué a Florida y para el lado que miraba era fuego, fuego, fuego. ¡Ay Dios mío! Para mí que no es cierto", se lamenta mientras muestras el camino que siguieron las llamas por su propiedad.
Reconoce, que en un principio pensó en escapar. "Cuando sopló el fuego las ventanas, salí, me puse la mano en la boca y fui por los bueyes. Esto ya no se podía andar en el camino, estaba todo con fuego, la sufrí. Yo estaba dispuesto a quedarme aquí no más, pero por los bueyes me vi obligados a salir. Si total, a la edad que uno tiene", comenta resignado.
Y si bien Don Chelo pudo salvar a sus animales más grandes, perdió la viña, árboles frutales, el trigo que había cosechado y los porotos terminaron por secarse. "Los gatos se quemaron, uno llegó, comió y bien que se arrancó", contó riendo, sin perder un poco de humor en medio de su tristeza.
Con la misma gracia, comentó que "más tarde van a venir a desinfectar, porque las moscas están por todas partes, no se quemaron na (sic) esas". Luego grita con un envidiable vozarrón, está atento si es que sus vecinos más cercanos andan por el lugar. Compraron su parcela hace poco tiempo y él se las cuida. También perdieron todo.
¿CONTINUAR O IRSE?
Con un colchón encima de una plancha de zinc y tapado apenas con una frazada. Así pasó la primera noche a la intemperie Marcelino Medina, aunque asegura que no le importó mucho porque "no duermo, sólo un momentito, es que tengo depresión y no terminé el tratamiento.
Pero Don Chelo no está solo, tiene tres hijos que, como el señala, tienen sus vidas, son profesionales y que han estado visitándolo tras el megaincendio. "Yo creo que no voy a plantar de nuevo, que la familia lo haga...pero no van a trabajar porque la agricultura no les gusta para nada, ellos vienen a pasar y ocupan lo que hay, para eso está el papá trabajando", asegura riendo.
Dice que la edad ya no le da para seguir plantando, pese a que seguía sembrando, cosechando y vendiendo sus productos para mantenerse. Muchos años lo hacía en la Vega Monumental, incluso.
"Que más le voy a pedir a Dios, las plantaciones van a demorar, van a quedar todas las maderas quemadas y las van a comprar a precio de huevo. Yo prefiero que me lleven a otro lado", dice, mientras ve el devastador rastro que dejó el fuego en su propiedad. "En mi vida vi un incendio tan grande como este", puntualiza.