Como en el cine de Abbas Kiarostami, la cámara del director José Luis Torres Leiva registra el momento en que el conductor de una camioneta en tránsito, se detiene para consultarle a una chilota (luce con su guagua en brazo), dónde encuentra un almacén para comprar vino. También le solicita orientación para llegar a un punto que la voz en off (desde interior del móvil) define como un "mirador".
Las respuestas de ella a cada una de estas interrogantes de nuestro conductor, el director de cine Ignacio Agüero) sirven para definir el discurso narrativo y cinematográfico de Torres Leiva, quien entiende que al plano hay que darle tiempo. Así las cosas, hechos y situaciones surgen de manera naturalista, en concreta unión con la realidad particular del paisaje y la gente que habita el verdadero sur de Chile.
Precisamente, momentos como éste transitan y se proyectan en "El viento sabe que vuelvo a casa", séptimo documental en la carrera del cineasta nacido en 1975 (Santiago), y que se estrena hoy en todo el país.
En el marco del ciclo Miradoc, la pieza audiovisual sumará 5 funciones en Concepción. Ello, a partir de hoy, a las 19 horas, en el centro cultural Balmaceda Arte Joven (Colo Colo 1855).
Nominado a dos premios Fénix del Cine Iberoamericano (la ceremonia está fechada para el 7 de diciembre próximo en Ciudad de México) como Mejor Largometraje Documental y Mejor Fotografía en el mismo rubro; la cinta aborda lo que podemos citar como un "misterio" en voz del narrador.
En este caso, uno que tiene relación con la vida en las islas de Chiloé, lo que motiva al cineasta a explorar más sobre este espacio y territorio que hasta ese momento le resultaba literalmente desconocido.
FUENTE DE INSPIRACIÓN
"Me atraía ese mundo aparte que representa vivir en lugares aislados, donde la concepción de vida se basa muchas veces en visiones muy personales sobre el cotidiano o las relaciones humanas", comenta Torres Leiva, quien estuvo como invitado en la última edición de Biobío Cine, en abril pasado.
Sus palabras, además, denotan claramente uno de los temas que rondan en su cine (la soledad producto del aislamiento), tal como hemos visto en parte de sus 17 obras -entre ficción y documental- desde su debut en la dirección con el cortometraje "Confesiones de un caballo suicida" en 2002.
José Luis Torres Leiva, conocido por piezas de ficción como "El cielo, la tierra y la lluvia" (2008) y "Verano" (2011); cuenta que decidió seguir al documentalista Ignacio Agüero, mientras preparaba su primer largometraje de ficción en Chiloé, "construido en torno al mito de una joven pareja de novios que desaparece en los bosques de la isla Meulín sin dejar rastro".
El resultado de ese proceso es "El viento sabe que vuelvo a casa", también inspirado en la figura de Agüero. "Es uno de los directores chilenos que más admiro. Lo conocí en 2004 cuando estrené mi primer largometraje ("Ningún lugar en ninguna parte") y desde allí siempre traté de trabajar con él en mis películas. Me interesa mucho su visión y coherencia en todos sus trabajos", destaca respecto a quien realizó el ya clásico "Cien niños esperando un tren" (1988).