Arbolado urbano, una deuda pendiente
Al observar los problemas que enfrentan las ciudades, es frustrante constatar que el tema del arbolado urbano está ausente del debate público. Sólo resurge cuando llega la primavera y se le atribuyen los problemas de alergia que sufre la población o, en invierno cuando caídas de ramas o árboles por tormentas, ocasionan cortes de luz y otros riesgos. Se genera así un mensaje negativo y alarmista en torno a la presencia de árboles en las ciudades, olvidando el rol fundamental que cumplen como purificadores del aire, mitigadores de la temperatura y radiación solar, y captadores de partículas finas y hábitat para aves.
Sorprende, además, la liviandad con que se opina sobre los aportes ambientales de ejemplares exóticos y ejemplares nativos. Según algunos "especialistas", los árboles ornamentales introducidos no generarían beneficios y su corte no tendría impactos negativos. Abundan opiniones de ese tenor, incluso de una autoridad regional señalando que "… los árboles exóticos no cumplen las funciones de oxigenación que sí cumplen los árboles nativos". Absurdo.
Esta visión errada y sesgada también está arraigada entre los fiscalizadores. Al evaluar el impacto ambiental de ampliaciones de calles, construcción de edificios y otros, el Servicio de Evaluación Ambiental del Ministerio del Medio Ambiente sólo considera los impactos sobre especies nativas o que constituyan un bosque. Y se da el caso que un solo ejemplar nativo puede ser objeto de preocupación y no así los árboles individuales exóticos, que carecerían de valor y no requerirían medidas de mitigación.
De esta manera, vemos que se cortan sin ningún miramiento los árboles exóticos presentes en el área de un proyecto. No se evalúa su aporte ambiental sobre la regulación de la temperatura y la radiación, la captura de emisiones de partículas finas, su condición de hábitat para aves y otros. Tampoco se considera si poseen valor para los vecinos, como son aquellos árboles patrimoniales (término bien conocido en otros países) que, por su tamaño, longevidad u otro atributo, resultan importantes para el entorno donde crecen.
Afortunadamente, hay comunidades que se organizan para defender sus árboles, indistintamente si son ejemplares exóticos o nativos. El Colegio de Ingenieros Forestales, en su afán de contribuir al desarrollo sustentable, se ha preocupado de asesorar técnicamente a estos grupos que buscan defender su patrimonio arbóreo. En este trabajo nos hemos percatado que existe un problema generalizado y que es la falta de conocimiento y preocupación de quienes ejecutan obras civiles, sobre las medidas que se deben adoptar para mitigar el impacto de las obras sobre el arbolado urbano.
Se agrava al constatar que en el país no existe normativa vigente específica, moderna y zonificada para abordar la gestión y protección del arbolado urbano. Solo algunos municipios cuentan con ordenanzas que abordan su manejo, principalmente en situaciones de conflicto generadas por estados sanitarios deficientes. Nuevamente nuestra precaria situación en este tema contrasta con países como Argentina, que sí cuentan con normas respecto al arbolado urbano e instituciones y autoridades responsables de elaborar y fiscalizar programas de gestión, protección y difusión del patrimonio arbóreo de las ciudades.
Un pequeño paso en la dirección correcta ha sido la articulación -a instancias de nuestro colegio- de una mesa público-privada para abordar el daño al arbolado urbano por efecto de despeje de cables en la ciudad, mal llamadas podas.