Debate sobre las AFP, el riesgo del populismo
En el debate sobre el sistema de pensiones tenemos que reconocer que efectivamente en muchos casos no se cumplen con las expectativas de las personas que se jubilan. En consecuencia, sin duda que el modelo necesita ser mejorado, pero la discusión debe ser seria y con todos los datos sobre la mesa, sin dejarse llevar por un discurso populista que no nos permitirá llegar a propuestas que efectivamente beneficien a todos los chilenos y que sean viables en el tiempo.
En el actual sistema de pensiones, el trabajador es el dueño de sus fondos, que le permiten acceder siempre a una pensión, independiente del número de años cotizados. Incluso, si no ha cotizado o ha cotizado muy pocos años, el pilar solidario le permite obtener una pensión mínima. Esto ocurre debido a que el sistema chileno es mixto donde también existe contribución del Estado.
El fondo de pensiones está compuesto por el ahorro de los trabajadores más la rentabilidad que las AFP han logrado para sus afiliados. Esto permite que hoy el monto total alcance alrededor de US$ 160 mil millones, lo que garantiza la sustentabilidad del sistema en el futuro. De este monto, cerca de dos tercios son producto de la rentabilidad.
En un sistema de reparto los cotizantes activos financian los ingresos de los pensionados. Este mecanismo funciona bien cuando los activos son muchos más que los pensionados. En 2010 en Chile, había 5 adultos en edad de trabajar (entre 20 a 64 años) por cada persona mayor de 65 años. Para el año 2050 se proyecta que existirán sólo 2,2 trabajadores activos por cada persona jubilada, lo que hace inviable un sistema de reparto.
Este modelo funcionó, cuando se creó hace más de un siglo atrás, ya que había muchísima gente joven, en edad de trabajar y con posibilidades de aportar al sistema, que a su vez debía pagar a muy poca gente mayor pasiva.
Numerosos países, sobre todo en el mundo desarrollado, implementaron estos sistemas de reparto, y la evidencia ha demostrado que tarde o temprano ocurre que los fondos no alcanzan a financiar las pensiones supuestamente prometidas. Por eso dichos países han seguido básicamente los siguientes caminos:
32 países han debido reducir los beneficios entregados, esto es, reducir las pensiones. Esta baja ha llegado a un 40%. 62 países han debido aumentar la tasa de contribución de las generaciones jóvenes. El promedio de la OECD es cerca del doble de aporte que en Chile, y en algunos casos lo supera 3 veces. 30 países han debido aumentar la edad de jubilación.
En Chile, el antiguo sistema de reparto, tenía todos estos problemas. El aporte era alrededor del 20%, es decir el doble del aporte que se hace a las cuentas de capitalización en el sistema actual. Numerosas personas, si no cumplían el número mínimo de años (10 años de imposiciones en el caso de las mujeres y 20 años de imposiciones en el caso de los hombres) no tenían derecho a ninguna pensión, y el aporte que hicieron por años se "perdía". Nada de esto se transparenta debidamente en la discusión actual.
Estos elementos deben estar en el debate que lamentablemente hasta ahora ha sido parcial y peligrosamente populista, lo que justamente tenemos que evitar.