Deserción y gratuidad
Que por ley los jóvenes tengan garantizado 12 años de escolaridad es un desafío irrenunciable y condición base para proyectar una mayor integración social y laboral.
Si bien la cobertura escolar alcanza altas tasas, hay un desasosiego que se puede desatender: que un número importante de estudiantes no completa su enseñanza básica y media. Así lo muestra el reciente estudio de la Unicef sobre deserción escolar (encargado por la Universidad Diego Portales), pues arroja cifras inquietantes, como que entre un 15% y un 19% de los jóvenes abandona el colegio.
¿Qué pasa con ellos?
Las consecuencias son preocupantes, pues influye en sus opciones para conseguir trabajo y, por otro lado, el capital cultural sigue acumulándose en los niveles socioeconómicos altos.
En esta línea, la gratuidad en educación superior genera altas expectativas, pues las universidades deberán recibir a un grupo más amplio y heterogéneo.
Pero no hay que olvidar que hay evidencia nacional e internacional que traza una relación directa entre los ingresos del hogar, la vulnerabilidad del colegio de procedencia y la oportuna tasa de titulación, encontrándonos nuevamente con un factor que incide en las tasas de deserción durante los primeros años universitarios.
Las políticas de equidad y calidad en educación, en consecuencia, no deben ser un remedial a posteriori, sino la base para reducir las brechas que se acrecientan cuando los alumnos se acercan al fin de su etapa escolar.
No hay que olvidarse de los escolares que desertaron, y no podemos convertir la gratuidad en un sueño que a fin de cuentas beneficiará a los más privilegiados, y por ende, la pesadilla de la desigualdad será carta de lucha de los de siempre.