Buenos vecinos
Hace una década un matutino de circulación nacional realizó una encuesta en los países de Sudamérica preguntando cuál de todos sus vecinos consideraban como el más soberbio. Mientras los habitantes de nueve de los diez países escogieron a Chile, en este último se mencionó a Argentina.
Con una larga cordillera que los separa, Chile históricamente envidiaba a los argentinos. La personalidad avasalladora de los "ches" era mirada con recelo por los chilenos; ya en los 90 los del Río de la Plata se habían transformado en el polo comercial de toda Sudamérica, a diferencia de un Chile que intentaba dejar en el camino sus años de dictadura.
Todo esto se llevó al deporte. Los cómodos triunfos albicelestes en el fútbol fueron la antesala del mayor escándalo en la historia del tenis chileno: la tarde de los sillazos de la Copa Davis del 2000.
La cuestión era derrotar a Argentina a como diera lugar, para sacarse ese "complejo de inferioridad" de encima.
Paradójicamente fue un argentino, autocondenado al ostracismo en su tierra, llamado Marcelo Bielsa, el que ayudó en tal tarea el 2008. Sin embargo, no fue hasta el 4 de julio de 2015 cuando oficialmente cambió la historia derrotista de la Roja, cuando los triunfos morales quedaron en el camino. El primer título oficial tuvo un bis casi calcado hace tan solo un par de horas.
Los hinchas chilenos históricamente daban todo desde siempre por una victoria contra los argentinos. Lo consideraban como "el rival a vencer", sintiendo cada partido como un verdadero clásico.
El problema es que del otro lado de la cordillera se les miraba con sorna y desdén, al punto que más de alguna vez los tildaban de "chilenitos", como meros aprendices a los que se les enseñó hasta cómo liberarse del yugo español.
La analogía de David contra Goliat no es válida para analizar lo sucedido en el Metlife Stadium de New Yersey.
Desde antes, Argentina ya admiraba, respetaba e incluso temía a Chile (y no solo hablando de fútbol). Por ello no sorprendió que un bicampeonato de la Roja generara una herida mortal a la actual estructura del balompié albiceleste.
Con la estadística de ser la selección que más público ha convocado en las últimas versiones de Clasificatorias Sudamericanas (incluso en aquellas en que no llegó a Copas del Mundo), resulta llamativo explicar el grado de compromiso que tienen los chilenos con su equipo, casi único en el mundo. Quizás sean campañas como la Teletón o las cruzadas solidarias ante tragedias como terremotos e inundaciones que han propiciado ese alto grado de compromiso país. Así el "ceacheí" es un grito que traspasó los estadios para transformarse en una verdadera arenga nacional.
Pese al multitudinario interés que despierta la Roja, Chile no puede considerarse como un país deportivo (algo que sí puede decir con propiedad Argentina).
Sí puede decir que equiparó la cancha ante un vecino con el que cambió el recelo por el respeto mutuo.
Como lo dice una publicidad radial: "la vida es como el fútbol. Siempre puedes darlo vuelta".