Abrirse a la comunidad, clave para trabajar por la inclusión
En medio de una de las calles más transitadas de Concepción, en pleno centro de la ciudad, hay una pequeña pizarra donde está escrita la frase "Café de luz". Ubicada en el frontis de un edificio con una fachada con coloridos diseños pintados por unos graffiteros argentinos en el contexto de la realización del Concegraff, parece una invitación difícil de rechazar.
Al golpear la puerta un alegre joven da la bienvenida y entonces es posible ver unas mesas perfectamente ornamentadas, el escenario ideal para que los comensales disfruten de distintas preparaciones y un agradable ambiente, y los jóvenes pongan en práctica aquello que aprenden en el taller de cocina de "Liwenko", centro de formación laboral financiado por el Ministerio de Educación dirigido a personas de entre 14 y 26 años con discapacidad intelectual, en el que además se imparten talleres de carpintería y manualidades.
Carolina Schuffeneger, educadora diferencial a cargo del taller de cocina, cuenta que el "Café de Luz" se realiza cada viernes por la mañana, a eso de las 10:30 horas, desde el año pasado, y surgió como una iniciativa para que los alumnos, además de fortalecer sus conocimientos académicos, potencien sus habilidades sociales. Así, son ellos los encargados no sólo de elaborar las delicias que se van a ofrecer al público, sino que también de ordenar las mesas y bandejas, así como también de tomar las órdenes y atender cordialmente a los clientes.
"Lo que he podido ver con el Café de Luz es que los chicos se sienten mucho más seguros y partícipes de la sociedad a través de esta instancia. Se preocupan de que todo esté perfecto, porque saben que las personas van a ver, disfrutar y comer, entonces se motivan y les ha dado más autoconfianza", afirma.
DIFICULTAD
Los talleres que se imparten en "Liwenko" no tienen un objetivo recreativo ni buscan meramente que los jóvenes mantengan su tiempo ocupado. La meta es que tengan la posibilidad de trabajar y obtener una remuneración que les permita cubrir algunas de sus necesidades o aportar en sus casas, lo que sin dudas les da autovalencia, mejorando su calidad de vida y actuando como un motor para su inclusión social.
El punto, sin embargo, es que ésta es una tarea compleja. Es que según cuenta la profesional, a medida que los jóvenes estudian en el taller de cocina (al igual que en los otros que en el centro laboral se imparten) deben participar en prácticas laborales, sin embargo, muchas veces encontrarlas en ocasiones es difícil, con mayor razón lo es cuando llega el momento de la inserción al mundo del trabajo.
La educadora diferencial Carolina Irarrázabal, jefa de la Unidad Técnico Pedagógica del mencionado centro de formación laboral, afirma que "la gente tiene la visión de que las personas con discapacidad intelectual no van a rendir en el trabajo o harán cosas que no corresponden o que están enfermos, pues lo asocian a una enfermedad psiquiátrica".
ABRIRSE A LA COMUNIDAD
Uno de los asuntos que abordó la Presidenta Michelle Bachelet en su Cuenta Pública el pasado 21 de mayo decía relación con legislar en materia de inclusión laboral de las personas en situación de discapacidad (ver recuadro); no obstante, además de la política pública, educar al respecto es clave, pues según sostienen ambas profesionales son el desconocimiento y los prejuicios las principales barreras de la inclusión.
En ese sentido, Carolina Irarrázabal cuenta que como centro de formación laboral luchan en este frente, primero, generando lazos puerta a puerta para buscar los espacios donde los alumnos puedan desenvolverse. "El trabajo es de características individuales y en base a eso se genera un plan de educación para cada alumno. Cuando buscamos un trabajo para un alumno determinado hablamos de él, de sus características. Pero de forma general, ellos son muy buenos para trabajar en cosas que son monótonas, de rutina, porque a ellos las estructuras más rígidas los ayudan a saber exactamente lo que deben hacer todos los días", manifiesta.
Agrega que parte de la formación, además del ámbito específico para que se desarrollen laboralmente y competencias cognitivas del área del lenguaje y matemática, se centra en que los jóvenes sepan ser respetuosos, cumplir horarios y también cuidar su higiene y presentación personal. "Ellos acatan órdenes perfectamente y les enseñamos a enfrentar desafíos y a que tengan tolerancia a la frustración, que sepan responder frente a las críticas si les dicen que algo está mal", apunta.
Junto con esta búsqueda, cuando reúnen material realizan casas abiertas y mantienen la disposición permanente de recibir a quien quiera compartir con ellos algo de su tiempo, conocimientos y/o experiencias, ya sea en el mismo establecimiento o acudiendo a otros espacios si existe la posibilidad.
En esa misma línea, el "Café de Luz" ha sido también una oportunidad valiosa para abrirse a la comunidad y derribar mitos. "Ésta es una instancia para que nos conozcan, para que las personas vean que estos chicos son capaces, que tienen las mismas competencias que todo joven y que muchas veces por un estigma se le cierran muchas puertas. Hay que estar abiertos a la diversidad", concluye Carolina Schuffeneger.