El arte que presenta Francisco Contreras -y que realiza junto a sus cuatro hermanos- nació de un error que casi termina con su casa quemada. Su especialización es en el arte rupestre chileno "y aportamos a traer un poquito de la historia precolombina de Chile al sur del país", comenta.
Traspasan tal cual como está la figura en la roca a una base de madera. Luego la madera se petrifica, luego lo pintan y le agregan polvo de carbón llevado desde Lota. "Andábamos buscando otro tipo de efecto dentro de la pintura, queríamos ver cómo quedaba el carbón fundido, pero no mezclándola con pintura, sino que directamente desde la madera. Casi armamos un incendio con el horno de mi casa, se prendieron unas maderas que teníamos, pero al descubrir lo que habíamos hecho, nos gustó. No queríamos hacer más incendios, así que trabajamos con más cuidado", relata sobre el inicio de la técnica que confunde al público, pues pocos logran dar con la madera como el elemento en el que se trabaja, y piensan que es cuero y hasta mármol.
Son 15 años dedicados a esto y cinco trabajando con el "error", lo que les permitió adjudicarse el premio a la innovación entregado por la organización de la feria el año pasado. "Eso nos abrió muchas puertas y logramos exponer en Colombia y Brasil", dice Francisco, que viaja desde Vicuña con sus obras que pesan varios kilos, las más grandes.
Pero no sólo eso. El tema del arte es casi algo patrimonial y es por esto que esta familia cuenta con un taller donde le enseñan a los niños sobre los jeroglíficos y la importancia del arte rupestre que se encuentra en el desierto, mismo lugar desde donde copian los dibujos para plasmarlos en las maderas. "Se trata de una investigación sobre este tipo de arte y que nació por un primo que es arqueólogo", relata.
Jaime Bernales se crió con la Feria de Arte Popular. Con 71 años, guarda con recelo un artículo publicado en 1967 por diario El Sur, donde aparece una fotografía suya moldeando una de las tantas figuritas a cristal que ha confeccionado a lo largo de su vida.
El retrato corresponde a la tercera versión que se realizaba de la cita artesanal penquista y hoy casi 50 años después, continúa presentándose, aunque esta vez sin su madre, de quien heredó la técnica para crear tortugas, búhos, elefantes, flamencos, de los más diversos colores y que son el punto fijo de parada para los más pequeños.
Bernales recuerda que "yo no quería trabajar en esto, mi madre me obligó y me terminó gustando. Desde los 14 años que gano plata gracias a esto". Y desde los 18 que conoce la cita de Arte Popular y "para mí son las mejores ferias, especialmente cuando estaban ubicadas en el Parque Ecuador. En esos tiempos llegaban familias completos y uno podía divisarlas llegar desde Colo Colo, Aníbal Pinto, Caupolicán", recuerda hablando con total propiedad de calles penquistas, pese a ser oriundo de Santiago.
De esa época también rememora que "todos éramos artesanos. Existían unos dos stands que quedaban como en una especie de escenario y donde se iban rotando las personas. La idea era que mientras estabas ahí tenías que trabajar en público, mostrar a la gente cómo se hacía lo que tú estabas exponiendo".
Nostálgico de tiempos pasados, donde considera que incluso llegaba mucho más público, hoy continúa mostrando a los asistentes el proceso en que cada una de sus figuras van tomando forma.
Año a año son cientos los expositores que llegan a participar de la Feria del Arte Popular de Concepción, que este año celebra su versión número 52 , posee un gran reconocimiento a nivel nacional y también ha logrado atraer a artesanos de países tan diversos como Finlandia, Kenia y Brasil.
Partió tímidamente emplazada en el Parque Ecuador y desde hace dos años que ya funciona en el Parque Bicentenario, sumando un escenario para la presentación de espectáculos como Chico Trujillo y Congreso, que cerrarán la cita de este año.
Y con tantos años de vida, son varias las historias que se esconden detrás de los 130 stands que se dispusieron en esta oportunidad y donde se pueden encontrar productos tan tradicionales como el tejido de lana chilota con sus clásicos chalecos y calcetines, pero también innovaciones de reciclaje, orfebrería, madera y una infinidad de materiales.
Expositores que llegaron cuando esto recién surgía como una incipiente idea de reunir a artesanos en un solo lugar y que hoy, 50 años después, continúan la tradición de sus padres manteniendo su vigencia en la popular feria.
Otros, con sus innovadoras y llamativas creaciones, desde diversas partes del país y del mundo, demuestran que el mundo de la artesanía sigue vigente y rentable, que sólo faltan buenas ideas llevadas a la práctica, además de la reinvención.
La feria, que reúne cada verano a la familia penquista y también a los turistas, cuenta en esta versión con la presencia de 12 países, 130 expositores y espera la visita de 250 mil personas que podrán llegar al Parque Bicentenario hasta el 7 de febrero en los 4 mil 100 metros de extensión con los que cuenta la carpa de stands y que incluye -además de los artesanos- juegos para grandes y chicos y un patio de comidas, además del escenario que se encuentra ubicado a un costado.
Rolando Delgado aún no ha tenido tiempo de recorrer la ciudad, pero ya asegura que "me gustó mucho la gente, es muy bonita y cálida".
Viajó desde Colombia para mostrar su arte, que es uno de las más llamativos de la nueva versión de la Feria Artesanal: caricaturas de porcelana en frío. Pero no sólo eso, Rolando en aproximadamente una hora y media puede hacer una figura a partir de una foto o de una persona que se encuentre en ese momento.
"Inicié haciendo personajes d Disney, como todo niño, pero siempre mi objetivo era hacer caras", cuenta el artista que primero utilizó plastilina para hacer sus creaciones y luego decantó en la porcelana por un tema de duración, además de la movilidad que le permite llevar sus productos a diferentes partes de su país.
Mientras conversamos con Rolando, algunas personas se acercan a consultarle si las figuras las realiza él. Y es que el nivel de detalle es tal, que surge la duda entre quienes pasan mirando sus creaciones, que también incluyen caricaturas de Avengers y los conocidos Minions.
"La gente manda a hacer harto la caricatura, porque es algo único y el objetivo no lo logras fácilmente. Entonces el trabajo es muy exigente y, por eso mismo, creo que somos tan pocos. En Colombia no hay más de tres artesanos que hagan algo similar", asegura Rolando, que aprendió la técnica sólo y que lleva alrededor de 16 años comercializando sus productos.
Cuenta también que nada es pintado y que "hasta las pupilas del ojo son hechas en el material", por lo que las figuras duran toda la vida.
En tan poco tiempo está tan contento con el recibimiento del público, que ya espera volver cuantas veces sea necesario.
Sergio Aguirre y Teresa Santos llevan una vida juntos como artesanos en greda, tanto, que ya ni recuerdan cuando fue la primera vez que pisaron Concepción para ser parte de la Feria Artesanal. Sí recuerdan -y con fotografía en mano- cuando el techo era de puras ramas.
Sergio cuenta que "la primera vez compramos una colchoneta y dormíamos los cinco acá mismo, debajo del stand, porque no podíamos dejar a los hijos solos". Eran 17 días que tenían que estar en esas condiciones y con sus tres niños muy pequeños en esa época.
Pero para Teresa era una buena época, mucho más familiar. "Era muy bonito compartir, se hacían asados, los niños corrían e iban a jugar a la cascada. Los hijos crecieron así", asegura.
Su marido, en cambio, cree que se debe a que eran mucho más jóvenes, con niños pequeños y más chispa para conversar, además de que las caras se repetían, mientras que hoy existe una mayor rotación de artesanos.
Concepción es casi la única feria en la que se repiten año tras año y aunque su producto no sea tan novedoso, es algo que últimamente ha recobrado fuerza en el público local, por lo que tras toda una vida de trabajo, continúan juntos y viajando nuevamente desde Pomaire a la capital del Biobío.
"Por ejemplo las pailitas para hacer los pasteles es algo obligado, y a eso se suman las ollas. Antiguamente este arte era mucho más decorativo y se hacían las figuras diminutas, pero hoy es utilitaria. También salió la olla parrillera que se compra mucho", asegura Sergio.
Pese a que crecieron corriendo por el Parque Ecuador, ninguno de sus tres hijos continuó el trabajo de la pareja. Ellos aseguran que prefirieron darles educación y hoy son todos profesionales. "Esto es sacrificado, pero así hicimos nuestra vida. Viajando y de lunes a lunes", asevera Sergio.