Al viento…
Mil perdones, pero aunque parezca irreverente, pregunto: ¿Será posible que alguna vez, en nuestra ciudad, las citas médicas, los encuentros amigables o los espectáculos anunciados, comiencen a la hora indicada en el papel?
Como los ingleses de Latinoamérica que se cree que somos, demos cuenta del respeto al tiempo de los demás porque, hereditariamente, el evento empieza a la hora que la máxima autoridad, tan ocupados ellos y ellas, se dignen llegar y frecuentemente lo hacen a la hora nona, mientras la comparsa espera sin chistar o sin retirarse luego de esperar, al menos, 45 minutos como ocurrió en un caso puntual. ¿O debe ser que nos encanta esperar, por aquello de fumando espero…? Y como fumar es un placer genial, sensual…, aunque, desgraciadamente, lejos de los lugares públicos.
¿Será posible que los premios de cualquier índole, ya sean locales, regionales, nacionales, dejen de ser políticos y prevalezca la calidad, la trayectoria, la enjundia por sobre el arrumaco fraterno de la sociedad de aplausos mutuos y por sobre las órdenes partidarias? ¿O debe ser que nos encanta más que el pan el circo, y sobre todo el circo pobre?
¿Será posible que algunos de los vinculados con la cultura, sepan hablar, modular, pronunciar bien, sin engullir al menos la mitad de las sílabas, y tengamos que realizar una Gestalt verbal cada vez que los escuchamos para entender lo que tratan de comunicar?
¿Que esos mismos especímenes instalados políticamente (pobrecitos ellos, ellas) en esos cargos relacionados con la cultura y/o las artes, posean algo, una maquilladita, una mísera pincelada, un poquitín de eso que llamamos protocolo en general y estén a la altura de lo que debe poseer un encargado de políticas culturales a nivel país? ¿O debe ser que nos ha encantado la nivelación hacia abajo con la que nos han embolinado la perdiz estos últimos años… con saltos, brincos, jadeos y corcoveos, puesto que en el país de los ciegos, el tuerto es rey?
Un cursito de fonética e impostación de voz no estaría de más, y me incluyo, aunque no tenga en ello, arte ni parte, pues un cursito de esos, a todos nos haría muy bien.
¿Será posible cambiar para que, en definitiva, todo siga igual? O debe ser que en el fondo, somos unos disfrazados y empedernidos conservadores, equivocadamente creyéndonos modernos y vanguardistas, como para continuar conservando los malos vicios vergonzantes, por sobre los buenos vicios protocolares?
Así que señores autoridades: gánense ahí; en vez de, ubíquense ahí, o por último, apotínquense ahí. Pero no hay nada que hacer: es lo que hay, y hasta pueda ser que lleguemos tarde a nuestra propia la Cita en Bassora.