El desafío de atender la diversidad en la escuela
Las personas son diversas y los niños que asisten a las escuelas también lo son. Cada niño es un mundo, que lleva a la escuela su propia realidad, su historia, construida a partir de lo que vive en su familia, en el barrio, en las redes sociales, en la compañía de otros y en la soledad de sí mismo. Cada uno con motivaciones diferentes y estilos de aprendizaje variados, pero todos con una enorme necesidad de experimentar la vivencia de lo que el profesor le trata de enseñar, para darle sentido. Es que hoy no se trata de enseñar, sino de que los estudiantes aprendan.
Los profesores pueden dar cuenta de lo diferentes que son sus alumnos. Los Proyectos Educativos, casi sin distinción, hacen mención al ser inclusivos, al respeto y al desarrollo integral de todos los alumnos.
Sin embargo, en la práctica cotidiana, en lo que sucede efectivamente al interior del aula, es evidente que la escuela continúa ofreciendo respuestas comunes a necesidades diferentes y, con ello, acrecentando la exclusión, la desigualdad y el fracaso escolar de tantos, que no tienen dificultades de aprendizaje, sino una forma diferente de aprender. Ellos muchas veces generan inseguridad y reticencia en sus profesores que, desde su vocación intrínseca, tienen y declaran una actitud favorable hacia la inclusión y la atención a la diversidad, pero que sin dudas, le generan un reto, no siempre fácil de asumir, cuando se tiene la presión del contenido, de la calificación y de dar cuenta de su desempeño a la luz de los resultados numéricos.
Los lineamientos del Mineduc invitan a atender las necesidades educativas de todos los alumnos en el marco del currículum común, con la identificación de los apoyos y la elaboración de las adecuaciones curriculares, que sean necesarias para que todos efectivamente puedan aprender, en un contexto escolar acogedor, que valore la diversidad y sea capaz de generar espacios educativos desafiantes y enriquecidos.
No es tarea fácil. Requiere que se produzca una reflexión profunda al interior de cada establecimiento, donde más allá de lo que diga su Proyecto Educativo, éste cobre vida en el sentir, saber y hacer de todos y cada uno de los que forman la comunidad educativa, de modo de que juntos construyan una nueva forma de entender la diversidad como parte fundamental de lo que es la educación hoy.
Requiere además cambios a nivel de didáctica, que abra las puertas a la creatividad, a la búsqueda de nuevas formas de atender las necesidades de aprendizaje de los niños, acogiendo sus motivaciones, lo que traen en sus mochilas y lo que guardan en su corazón.
Al mismo tiempo es preciso atender a las familias, considerando la diversidad que hay en ellas. Las familias de hoy son disímiles y las ideales que quisiéramos ver en los establecimientos, muy comprometidas con las actividades de los niños, tienen hoy otras necesidades y realidades respetables. También con ellas hay que ser creativos para crear alianzas y no desconfianzas.
Los cambios que requiere esta atención a la diversidad no quedan ahí, necesariamente pasan por la organización escolar, por el liderazgo del director, por generar las normativas y políticas la interior del establecimiento que dé sustento a todo lo que se haga. Es que la cultura, las políticas y las prácticas escolares no pueden estar desarticuladas; debe existir una coherencia entre lo que se cree, se declara y se hace al interior de cada escuela y cómo la comunidad escolar se responsabiliza de eso. Es una invitación abierta, para que estudiantes, profesores, directivos, profesionales de apoyo y apoderados logren vincularse de manera tal que asuman un trabajo colaborativo que oriente, apoye y sustente el aprendizaje de cada uno de los niños para que efectivamente su paso por el establecimiento sea transformador y así logre alcanzar aquellos desempeños cognitivos, culturales, valóricos y actitudinales, con los que pueda enfrentar la vida como una persona íntegra, cumpliendo el rol social que le corresponda.