La urgencia de formar ciudadanos
Desde los resultados del informe Coleman de la década del 60 en los que quedó de manifiesto la segregación en la educación en Estados Unidos y la escasa contribución de la escuela a la formación de niños y niñas, la educación en el mundo fue generando una serie de cambios en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Dichos cambios incluyeron potenciar la participación de los padres en la educación de sus hijos e instalar una serie de nuevas áreas de desarrollo: liderazgo pedagógico, misión, visión, modificaciones en el currículum y mejora en las estrategias de enseñanza, entre otros. Este movimiento de las denominadas "escuelas efectivas" centró su mirada en potenciar aspectos que eran propios de instituciones ajenas a la educación (en este caso, la empresa privada) y, aunque rindió sus frutos, por lo menos en aspectos medibles como el rendimiento académico, dejó de lado cuestiones relativas al contexto educativo y a la historia de cada establecimiento educacional.
Hoy varios expertos señalan lo inapropiado del modelo de escuelas efectivas e indican, sobre todo desde la formación en ciencia y tecnología, la urgencia de formar lo que se denomina el ciudadano necesario. Este concepto, mucho más pertinente a las demandas actuales, muestra como imperiosa la formación de ciudadanos, es decir, personas que participen socialmente y contribuyan en proyectos sociales comunes.
De esta manera, quien forma parte de las aulas debe ser quien posteriormente tome las decisiones y, mediante distintas acciones sociales y civiles, asuma los desafíos del mundo globalizado, de los cambios tecnológicos propios de la sociedad del conocimiento y de cuestiones medioambientales y políticas.
No obstante, el desafío es complejo toda vez que el ciudadano común y corriente se asombra con cuestiones que surgen en la política pública y del mundo de la empresa, cuestiones de las que no somos parte, pero que sin embargo nos afectan a diario. Un ejemplo de aquello es lo que ha sucedido en Chile con las empresas papeleras, cuyo efecto social ha sido una pequeña ilustración de la desinformación que posee cada uno de nosotros y del exceso de información y control que maneja un grupo selecto de personas.
Contribuir a la formación del ciudadano necesario requiere que las escuelas y la política educativa formen en aspectos relativos a la comprensión de este tipo de fenómenos, de tal manera que se potencie la toma de decisiones y las convicciones de las personas.