Fue una final sensacional para una Copa del Mundo inolvidable. Claro, porque quizás este Mundial sea recordado por el espíritu del rugby amateur que floreció en un deporte ya altamente profesionalizado. En la cita de Inglaterra nos conmovimos con el pasillo de reconocimiento a su entrega que le hicieron nada menos que los jugadores neozelandeses a sus pares argentinos y también la invitación de Gales a Uruguay para tomarse unas cervezas en su camarín como improvisado tercer tiempo, igualmente como señal de admiración por la manera en que plantaron batalla en la cancha. Qué hablar del batacazo de Japón a Sudáfrica, que nos refrescó la memoria que puedes lograr grandes cosas con la ovalada en tus manos o en la vida misma, con integridad, pasión, solidaridad, disciplina y respeto. Esos cinco valores nos daban la bienvenida en las puertas de los estadios en que se disputó la RWC 2015.
Respecto al partido decisivo, la única opción que tenía esta Australia ante estos All Blacks era hacer un partido perfecto. Y lamentablemente para las aspiraciones de los Wallabies de alzar por tercera vez el trofeo Webb Ellis, estuvieron muy lejos de una presentación sin fallas. Al final del día, las complicaciones en obtener sus propias pelotas desde el line out y los knockons en situaciones de ataque, les pasaron factura, echando por tierra los valientes esfuerzos de David Pocock, Michael Hooper y compañía.
Tenían que hacer un partido perfecto porque físicamente los maoríes eran inmensamente superiores, especialmente al desplazar a los tackleadores en la zona de contacto, tanto por envergadura como por potencia. Y así las cosas, estás bastante condenado a retroceder casi los 80 minutos.
Prueba de ello fue que en el descanso, cuando ingresaron a la cancha una docena de personas con herramientas para arreglar los daños al impecable césped, casi todos trabajaron en la mitad que llevaba al ingoal australiano. En esa parte del territorio quedaban las huellas de la batalla.
Y como si ello no fuese suficiente para convertirse en el primer país que defiende el título, Nueva Zelandia tuvo a sus dos talismanes en un nivel superlativo de inspiración. El capitán Richie McCaw y el apertura estrella Dan Carter se aseguraron de colgar la camiseta negra después de una exhibición notable. El centro Ma'a Nonu hizo lo mismo.
ESOS "DETALLES"
Al ver rugby de este calibre en vivo y en directo, se hacen más evidentes aspectos del juego que por televisión se pierden un poco. Por ejemplo, cómo los sistemas ofensivos y defensivos dominantes maniatan y -prácticamente- secuestran al equipo rival, dejándoles escasas ventanas para intentar hacer diferencias. Otra cosa que se hace patente en el estadio a este nivel es la notable superioridad que existe entre una y otra selección, por más que se encuentren en semifinales como los cuatro mejores países del Mundial. Por ejemplo, por más que en algún momento el marcador estuviese cerrado, la supremacía negra era muy notoria. Diría que las distancias entre All Blacks y Wallabies eran las mismas en cancha que la que mostraron los mismos australianos sobre Argentina.
Y ya que nos referimos a ese gran representante de la ovalada sudamericana que tenemos en Los Pumas, pienso que hay una lección de ellos que debemos tomar en cuenta en clubes y selecciones de nuestro país. Hace unos pocos años, los argentinos identificaron qué tipo de rugby debían jugar para poder competir contra las potencias y, aunque difería bastante de su legado histórico de explotar al máximo su scrum y maul, trabajaron con ardua convicción y profundo sacrificio -muchas veces con dolorosos sinsabores en el corto plazo- para dar batalla casi de igual a igual a Nueva Zelandia, Australia y Sudáfrica.
En términos bastante simples, en la actualidad quien domina el breakdown inclina la balanza a su favor, pero detrás de marcar superioridad en la zona de contacto hay un entrenamiento, despliegue y entrega casi sobrehumanos que resultan muy demandantes para jugadores y cuerpo técnico. Francia no viene preparando adecuadamente esta faceta y lo pagó con una paliza histórica. He ahí el desafío.
Así como el sábado en Twickenham, al día siguiente el aeropuerto de Londres es adornado por miles de fanáticos con camisetas negras y amarillas de Nueva Zelandia y Australia. Los hinchas comienzan a abordar los aviones que les llevarán de regreso a sus hogares. Nosotros también, en un viaje inolvidable que nos tuvo juntos en esta experiencia a tres ex jugadores que nunca fuimos compañeros de equipo ni en el colegio, ni en la universidad, ni en nuestros clubes. De hecho fuimos rivales, seguramente con más de algún desencuentro en nuestros años más jóvenes, pero que ya cuarentones nos tuvo disfrutando un Mundial con nuestras señoras y en un ambiente de gran compañerismo. Así es como siempre triunfa el espíritu amateur con que nos enseñaron y aprendimos este maravilloso deporte.