El origen de las conductas antisociales de los adolescentes
Las tendencias antisociales desarrolladas durante la adolescencia merecen un espacio de atención dados los acontecimientos noticiosos de las últimas semanas, en que aparecen adolescentes de las más diversas edades involucrados en hechos donde la violencia y el descontrol grave de los impulsos gobiernan las dinámicas al interior de estos grupos sociales.
Las explicaciones planteadas por profesionales de la salud mental varían desde los aspectos neurobiológicos hasta aquellos puramente sociales. Sin embargo, sería posible pensar en una variable común, que cruce todas las teorías e hipótesis. Nos referimos al concepto de deprivación ambiental, la propuesta fue desarrollada por el pediatra y psicoanalista británico Donald Winnicott. Plantea que aquel que ha sido deprivado de las cuestiones fundamentales en las etapas más tempranas, especialmente durante la infancia más temprana, ahora en pleno arranque de los cambios de la adolescencia, demanda y reivindica, de todas las formas posibles, lo que el ambiente le negó.
Aquello de cualquier manera y a cualquier precio, para lo cual se puede pasar por sobre cualquier ley y restricción de comportamiento, de forma de obtener lo que merece y necesita. Lo que antes le fue negado ahora lo reclama con gran omnipotencia. En muchos casos de adolescentes que llegan a desarrollar conductas antisociales, se plantea que existió una falla muy severa del ambiente familiar y educativo que los rodeaba. Por eso muchos de los factores que facilitan el desarrollo de lo antisocial, son los mismos que ahora en positivo entregan una provisión suficiente para sanar. Estos factores son simplemente cuidado y protección, los cuales son la tarea básica de una familia y/o institución social que entregue estos factores.
Aquel adolescente que transgrede la ley y pudiera, por ejemplo, llegar a robar, en realidad no busca ese objeto en particular; su conducta tiene implicaciones psicológicas más profundas. Una propuesta consistiría en pensar cómo busca objetos sobre los cuales, en su fantasía, siente que tiene derecho y que además le permiten sentir cierta seguridad y bienestar al tomar esos objetos que para otros son fáciles de conseguir.
Una segunda vía de expresión de esta tendencia, es aquella relativa a la capacidad de destruir o bien de destructividad. En esta forma de expresión, para un crecer sano, es necesario que los diversos sistemas sociales donde nos encontremos desde niños puedan tolerar la tensión psicológica del desarrollo, es decir, colocar límites y ser capaces de sostenerlos en el tiempo. Desde otra mirada, es mantener los cuidados físicos y mentales el tiempo necesario para la maduración.
La invitación a los sistemas sociales donde participan adolescentes es a construir redes de conversaciones donde se puedan generar ambientes estables y confiables que puedan ayudarlos a construir identidades donde sean reconocidos y valorados tanto los talentos como las aptitudes de cada persona en singular. Y así evitar el anonimato donde muchos guardan una rabia y desinterés por la vida que luego se volverán crónicos y serán el inicio hacia lo antisocial.