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La moral de nuestros hijos en estos tiempos

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A fines del mes pasado, en este mismo espacio, la psicóloga Giulietta Vaccarezza recordaba que niñas y niños deben lograr ciertas metas del desarrollo durante los primeros años de vida, entre ellas algunas de tipo moral. Este aprendizaje específico se extenderá durante varios años, habiendo evidencia de que continuaría incluso más allá de ese horizonte extraño de los 18 años.

En el contexto actual que experimenta la sociedad chilena, y que incluye los bullados casos como Penta, Soquimich, Karadima y Corpesca, entre otros, pero que tienen antecedentes de larga data en La Polar, el caso de colusión de las Farmacias, y así hacia atrás, cada uno de ellos se transforma en un caso de análisis y reflexión crítica para tratar en familia, con hijas e hijos, amistades y conocidos.

De todos esos casos se puede discutir no sólo con el objetivo de emitir un juicio moral al respecto ("es correcto", "es incorrecto", "es malo", "está bien"), sino que también como una oportunidad de entrenar el razonamiento moral de las nuevas generaciones y, por supuesto, el nuestro.

Cabe destacar que en las investigaciones sobre juicio moral de las últimas décadas se han hecho descubrimientos y distinciones conceptuales interesantes. Por ejemplo, existen al menos dos posturas destacadas respecto de cómo una persona llega a un juicio moral: para una de esas posturas, el juicio moral es producto del razonamiento moral, esto es, deriva de un proceso mental intencional, que requiere esfuerzo, que es controlable y en que la persona es consciente de llevarlo a cabo; otra línea plantea, en cambio, que el juicio moral (o al menos, algunos juicios morales) es más bien intuitivo, es decir, veloz, no controlable, y libre de esfuerzo. En el segundo caso, el razonamiento moral constituiría más bien una justificación de un juicio moral ya efectuado, un producto.

Independiente de si el razonamiento moral sea anterior o posterior al juicio moral, cada uno de los casos señalados -como Penta o Soquimich- puede ser un buen escenario para entrenar el razonamiento moral de nuestros hijos e hijas, o ponerlo a prueba en nuestras conversaciones cotidianas, poner en evidencia nuestros valores, discutirlos, y así contribuir en la formación de una sociedad que sea capaz de formular adecuadamente sus posicionamientos sobre temas que a todos nos conciernen.