Fomentar autonomía, clave para formar a niños seguros y felices
Los padres siempre están pensando qué hacer para que sus hijos se conviertan en personas felices, autosuficientes y capaces en el futuro, sin embargo, no menos cierto es que también quieren evitarles cualquier tipo de sufrimiento, lo cual implica impedir que se enfrenten a dificultades que pueden suponer grandes oportunidades de aprendizaje. Para el logro de un niño sano, el desarrollo de la autonomía es fundamental. Un niño autónomo es aquel capaz de realizar por sí mismo las tareas y actividades propias de los pares de su edad; del lado contrario nos encontramos con uno dependiente que requiere de sus padres o de un adulto ayuda continua, ya que probablemente ha sido sobreprotegido por su familia.
En educación el desarrollo de la autonomía es fundamental, sobre todo en la etapa preescolar, el currículum le otorga gran importancia a este aspecto, identificándolo como uno de los contenidos fundamentales que se deben enseñar.
Cuando hablamos de autonomía nos referimos a la capacidad de sobrevivir en forma independiente, además del logro de un pensamiento que valida la propia mirada sobre la realidad y que emite juicios que se basan en valores personales que reflejan una identidad definida. Ser autónomo implica ser capaz de tomar la responsabilidad por las propias decisiones y por las consecuencias de las acciones que realiza (Neva Milicic, 2005).
El fomento de la autonomía se debe iniciar desde que los niños son muy pequeños. De hecho, entre el primer y el tercer año comienzan a desarrollar su independencia caminando un poco más lejos de sus padres, decidiendo con qué juguete jugar y más adelante qué ropa usar. Es fundamental que en este período no sólo se apoye a los hijos a hacerlo sino que se les anime, de este modo estamos fomentando su confianza y seguridad respecto de su propia capacidad de sobrevivir. Si se les critica, controla o sobreprotege, comienzan a sentir que no poseen las herramientas para sobrevivir solos y pueden volverse dependientes de los demás, lo que hace que se vea dañada su autoestima debido a las dudas respecto de sus capacidades.
Para promover la autonomía de los niños debemos tener mucha paciencia, ya que esta se encuentra muy ligada a la formación de hábitos de independencia, es decir, tareas que pueden hacer por sí mismos en cuestiones relacionadas con la alimentación, la higiene y el vestido. Es claro que en un comienzo les costará mucho, cometerán errores como botar la comida del plato o no combinar los colores de su ropa, pero eso no debe importar, pues es parte del aprendizaje. Es fundamental que comiencen con tareas pequeñas para que sientan la seguridad de que pueden hacerlas por sí solos.
No debemos olvidar algunos aspectos importantes si estamos decididos a que nuestro hijo o hija se convierta en una persona autónoma. Primero decidir qué le vamos a exigir y que ello sea adecuado a sus capacidades y a lo que puede lograr para que no provoquemos frustración. Lo segundo es explicarle claramente qué debe hacer y cómo, para ello es significativo que nos vea hacerlo a nosotros primero, ayuda el que vayamos mencionando las instrucciones en voz alta. Por ejemplo, primero tomo el shampoo, luego pongo un poco en mi mano y entonces lo coloco en mi cabeza. Lo tercero es que el niño practique y que lo supervisemos durante algún tiempo hasta que veamos que el hábito se adquirió.
Al fomentar la autonomía no olvidemos promoverla como un privilegio a través de frases como "ya puedes hacerlo porque estás más grande". Esto disminuirá las resistencias que puedan aparecer en el proceso.