El derecho a vivir sin violencia desde el pololeo
Los y las jóvenes tenemos mucho que decir en relación a los cambios culturales y ejercicio de derechos que nos propone la Agenda de Género de la Presidenta Michelle Bachelet. Uno de los puntos centrales es favorecer la autonomía de las mujeres y contribuir a la erradicación de todas las formas de violencia.
Hoy necesitamos avanzar en el reconocimiento y ejercicio del derecho de las mujeres a vivir sin violencia. Esta manifestación de discriminación es según la ONU, el delito más extendido en el mundo, el menos denunciado y un fenómeno que siempre ha estado invisibilizado. Y se trata de una práctica que trasciende de las relaciones formales y se instala desde el pololeo o las relaciones informales, evidencia de una deficiencia cultural a la hora de hablar de igualdad y respeto.
En nuestra experiencia como Servicio Nacional de la Mujer, no hay un patrón que explique la violencia como una escalada entre las agresiones psicológicas y que terminen en maltrato físico o femicidio, lo que hace aún más importante estar atentas a las señales, principalmente cuando se repiten en el tiempo. Dos ejemplos muy claros: tiende a pedirse las claves de las redes sociales como una demostración de confianza, lo que es sentir como legítimo saber todo lo que hacemos, eso es control; o llegar de sorpresa a buscarla a una fiesta, tiende a justificarse como una muestra de preocupación, pero generalmente esconde celos y desconfianza.
En ese sentido, lo importante es ejercer ese derecho a vivir sin violencia, validar nuestra sensación de transgresión por sobre las justificaciones y, en definitiva, hacer explícito ese acuerdo que asumen dos personas al iniciar una relación de pareja, donde la base es el respeto y el cariño; no el control, ni la propiedad, ni la manipulación. De igual forma, es necesario que las mujeres aprendamos a valorar nuestras redes primarias y comunicar las situaciones en que sentimos vulnerados nuestros espacios y derechos.
Cuanto antes tomemos conciencia de este derecho, más temprano vamos a validarlo y ejercerlo, y antes vamos a dejar de tolerar, por ejemplo, esas manifestaciones de celos, que son respuestas emocionales a un sentimiento de amenaza. Por tanto es muy válido preguntarse en un pololeo si el problema es cómo decidimos vestirnos o con quién decidimos establecer una amistad, o si está en esa necesidad de controlar esas decisiones de su pareja.
Expresiones como la violencia en el pololeo, el acoso sexual callejero, el acoso sexual laboral o en contextos educacionales, son las que motivan el impulso de una Ley de Violencia Contra las Mujeres que entregue herramientas para actuar en todos los espacios en que ésta se genera.
Esta modificación legal en la que estamos trabajando, debe permitirnos acelerar ese cambio cultural y seguir avanzando en la desnaturalización de la violencia de parejas, en un rol más activo de la ciudadanía en la detección de la violencia de género y en mayor protección también en relaciones informales.
Que sigamos avanzando hacia el resguardo de los derechos es deber de todos y todas, un deber que no depende del tipo de relaciones. Los y las jóvenes estamos llamados a asumir también ese deber y a construir relaciones de más alegría y más respeto a la autonomía, las mismas que hemos demandado históricamente a la sociedad.