A las maestras con cariño
Nada puede ocupar el lugar de la niñez. Cualquier detalle la trae de vuelta, escribe Virginia Woolf.
No es extraño entonces mi pesar al enterarme del fallecimiento de Florentina Benavente Benavente, un personaje protagónico en esa etapa: fue mi profesora jefe en preparatoria en la Escuela N° 3 República Argentina de Concepción.
Una fotografía del curso está a mi vista, ella al medio. Estoy inmediatamente a su lado. Las alumnas estamos impecables, almidonadas y compuestas con nuestros delantales y cintillos blancos. Finaliza la década del 50. Los recuerdos acuden en torrentes, como suele provocarlos una fotografía.
"La señorita Tita" compartió con nosotros nuestras alegrías y desventuras estudiantiles en la vieja escuela de calle Las Heras con Rengo, con su entonces imponente escalera de ingreso.
No solo nos enseñó a leer y escribir, también nos dio las nociones fundamentales de comportamiento, a hablar bien, a dar las gracias, a pedir permiso, a ser amables y poco bochincheras, a no pelear con nuestras compañeras, a proteger nuestros cuadernos y útiles, a cuidar nuestro lenguaje ¡qué tiempos aquellos! A cantar, bailar y desfilar cada 25 de mayo, fecha en que tirábamos la escuela por la ventana, celebrando el aniversario patrio argentino.
Por cierto nuestro comportamiento no era siempre ejemplar y uno que otro tirón de oreja nos ganamos o algún grito de la querida Tita. También tengo memoria de su voz y sus gestos cuando regresé de una ausencia prolongada: pedía que me trataran con simpatía y afecto, mi papá había muerto. Son recuerdos indelebles.
Ha fallecido, también centenaria Elfriede Fahrenkrog, mi profesora de Física en el Liceo Fiscal de Niñas de Concepción. "La señora Rautenberg", como la conocíamos por el apellido de su marido.
Alguna veces ya adulta me encontraba con ella y conversábamos. No me recordaba especialmente. Con toda razón. Nunca descollé en su ramo. Muy por el contrario. Le conté-alguna vez- cuanto sufrimiento tuve en sus clases, en sus pruebas, cuán difícil me resultaba y cómo seguía teniendo sueños angustiosos relacionados con un examen de física en el que salía mal.
Mis hermanas también alumnas suyas sufrían lo mismo. Paradojalmente agregué, ya mayor, la física no me resultaba aterradora, por el contrario, la encontraba ligada a la vida corriente, cotidiana, me gustaba conocer sus reglas y fenómenos. Al hacerlo -le agregué-no podía olvidarme de ella.
Florentina Benavente y Elfriede Fahrenkrog fueron maestras a la antigua, que impusieron disciplina y rigor el que a veces era francamente autoritario, pero ambas dejaron huellas en mi infancia y juventud. Entregaron las materias que enseñaban, pero también un modo de concebir la vida, la importancia de ser educadas y la necesidad de aprender siempre.
Y lo más importante formaron parte de un sistema que hoy añoramos y tratamos de recuperar: la educación pública, de buena calidad y gratuita.