Detección precoz marca diferencia en el Déficit de Integración Sensorial
Cada acción que ejecutamos es comandada por el cerebro como respuesta a los estímulos que se reciben a través de los sentidos. Y aunque reaccionar es algo instantáneo, lo cierto es que va de la mano de un proceso tan rápido como complejo.
Con lo anterior se relaciona la integración sensorial, concepto que justamente se refiere a la forma que tiene el cerebro de organizar toda la información que llega sobre el cuerpo y el entorno que rodea, para luego ordenarla. Esto en relación a los sentidos (gusto, olfato, oído, visión y tacto); el sistema vestibular (sentido del movimiento en el espacio), y del sistema propioceptivo (sentido del movimiento del cuerpo, músculos y articulaciones).
Así lo cuenta María Luz Pérez Larrea, terapeuta ocupacional especialista en Integración Sensorial, quien explica que cuando este proceso se lleva a cabo de manera correcta se responde adecuada y automáticamente.
Es que el cerebro tiene la capacidad de modular los mensajes sensoriales que se reciben, inhibiendo aquellos que son irrelevantes en un momento determinado, lo que influye en la actividad tanto a nivel físico como mental y emocional.
Y si se considera que son millones los estímulos que se reciben a diario, no inhibir aquellos que no son necesarios resultaría agotador.
VARIEDAD DE SIGNOS
Pero, ¿qué pasa cuando este procesamiento no se ejecuta adecuadamente? La profesional, quien es directora del Centro Tangram de Concepción, afirma que se estaría frente a un déficit de la integración sensorial, lo que en palabras simples implica estar de manera constante prestando la máxima atención a todos los estímulos que se reciben, lo que genera reacciones que se ven a nivel conductual.
Niños torpes, que presentan dificultades para hacer las actividades que se les pide en educación física o para aprender a pedalear; que presentan inseguridad gravitacional y necesitan constantemente tener sus pies puestos en el suelo y le dan miedo los cambios de posiciones; aquellos que tienen mala letra, que cargan mucho el lápiz o que pintan y se salen en demasía de los bordes de los dibujos; que sienten mucha molestia con las etiquetas o costuras de la ropa; o que son demasiado selectivos con las comidas porque no toleran las texturas, sabores y olores, son tan sólo algunos de las muchas señales que la profesional menciona y que pueden estar dando cuenta de que hay un déficit a nivel sensorial (ver recuadro).
Pero es por estos mismos signos que María Luz Pérez afirma que muchos de estos niños son catalogados como mañosos, regalones o flojos, restando importancia al problema y esperando a que sólo pase. Grave error: "si un niño reacciona así es porque le está pasando algo que no es normal", asevera.
DETECCIÓN PRECOZ
Es ante esto que lo importante es considerar que con la intervención adecuada es posible educar o reorganizar al cerebro para que responda adecuadamente ante los estímulos y aprenda a ignorar aquellos que no son necesarios; pero mientras más tarde se diagnostica, más difícil será.
Así, las secuelas, principalmente socio-emocionales que podrían derivarse de este problema, de autoestima o socialización por ejemplo, pueden ser mayores.
Justamente, el problema es que no siempre se consulta precozmente, muchas veces culpa de que no se hacen las derivaciones de manera oportuna.
Es que si bien el 90% de los niños que tienen algún déficit neurológico ya sea puro, motor o también de salud mental -como aquellos con Trastorno del Espectro Autista o con déficit atencional-, tienen de manera secundaria a ese diagnóstico un desorden de la integración sensorial, lo que facilita su derivación desde sus médicos tratantes al terapeuta ocupacional; el déficit de integración sensorial no siempre va asociado a algún trastorno, confundiéndose en algunas ocasiones con el déficit atencional o adjudicándolo a un mero problema conductual que debe cambiar en el tiempo.
El punto es que en la espera se puede perder un tiempo valioso. "Si para un adulto un año es importante, lo que un niño avanza entre los 6 o 8 meses de vida, puede ser el equivalente a lo que un niño más grande va a evolucionar en tres años", recalca.
Desde allí aclara que el desorden de integración sensorial es uno con el que se nace, por lo que aunque muchas veces las dificultades son vistas por las educadoras de párvulo en los jardines, es posible comenzar a notar algunas señales antes del primer año de vida. "Cuando hay un bebé que tiene tres meses de vida y todavía no sigue con la mirada o no toma cosas con las manos, ahí hay que comenzar a preocuparse y ver qué está pasando", puntualiza.
NO MEDICAR
Distintas son las dificultades en el procesamiento de los estímulos que se puedan presentar, por lo que también debe ser personalizada la forma de plantear el tratamiento. Pero la terapia de integración sensorial es una física, que conlleva diversos ejercicios y no medicamentos, y ése es otro aspecto en el que se detiene la profesional para enfatizar la importancia de detectar a tiempo la presencia de este déficit, pues ayuda a evitar la administración de fármaco que no son estrictamente necesarios.
Un caso con el que ejemplifica Pérez es que "a veces se tiene sospecha de que el niño tiene un déficit atencional debido a test que se hacen en el colegio, por lo que son derivados al neurólogo y éste los medica, cuando no son fármacos lo que requieren porque en realidad lo que hay es un déficit de la integración sensorial y eso no necesita medicación".
Agrega que esta confusión se explica porque "hay niños que no filtran los ruidos, porque su procesamiento auditivo es distinto al de los otros niños, no por un problema del órgano sino que el conflicto está en cómo recibe e inhibe los sonidos que no le sirven y sólo integra los que sí. Hay otros niños que nunca llegan con toda la materia a su casa porque les cuesta mantener su campo visual estable, y otros que necesitan estarse moviendo para mejorar su alerta".
Por eso, uno de sus llamados es que padres, profesores y también profesionales de la salud estén atentos a los hitos del desarrollo de niños y niñas, pero también a que hagan evaluaciones completas, realizando las derivaciones al terapeuta ocupacional cuando sea necesario antes de medicar sin estar seguros que es ése el manejo que realmente se requiere.