Institucionalidad, violencia y educación cívica
Chile es un país altamente institucionalizado, normativo y en institucionalización permanente. Dicha tendencia representa el sello de nuestra construcción republicana. Sin embargo, la estirpe chilena no está al margen de un inconsciente agresor de acuerdo a la posición social; que por lo demás, se rechaza del otro cuando se manifiesta en la cotidianidad o en la violación mañosa de la norma y de la institucionalización que la enmarca. Esta doble condición es manifiesta en el escenario actual y se transparenta incluso a nivel actitudinal.
La ley es evadida por parte importante de la elite, y además, por muchos otros en diversos campos de nuestra vida política, económica, social y cultural. Por lo demás es una corriente histórica de acceso al poder o a cuotas menores e insignificantes del mismo, en su amplia diversidad y en dimensiones fundamentales e intersticios múltiples. Al respecto es oportuno releer a Maquiavelo en su enfoque de cientista político clásico y no en la banalidad del lenguaje mediático. La corrupción de los grupos dirigentes es parte de nuestra historia y ejemplo. El escenario actual abre en parte la compuerta de ese embalse republicano oculto haciendo visible esa falla político cultural. Son los demonios de nuestra idiosincrasia.
La violencia social manifiesta es una respuesta al entramado legal y su elusión y evasión dinámica. El vandalismo y lo que se clasifica como la sociedad del crimen o del delito suma y fuerza.
No es suficiente reincorporar la asignatura de educación cívica en la educación formal. Es menester un cambio cultural de dimensión compleja que escapa al aislamiento histórico de Chile. En consecuencia, un paso crucial es un cambio de actitud cultural que irrumpa la forma de violencia arraigada en la propia institucionalidad y de pie a un camino distinto, donde el ejemplo vivo construya un escenario de legitimidad y disputa social democrática.
Entonces, empezar y sumar de manera distinta, autocrítica, desde aquí y allá, con fuerza y prudencia, con respeto al derecho del otro y con responsabilidad individual y social. Un cambio trascendente, creativo sin enajenar nuestra historia.