Belleza en medio del dolor
Los críticos de cine no dudaron en calificar la película polaca Ida como una obra de arte. Una cinta perfecta. Pareciera exagerado, pero no . Lo que abruma- y deja meditando- es como puede haber tanta belleza en medio de tanto dolor.
La ganadora de Oscar a la mejor película extranjera este año es un drama dirigido por Pawel Pawlikowski, ambientada en una ciudad de Polonia, en la década de los 60. La trama es sencilla. Anna, una novicia, profesará sus votos para ser monja. Ha vivido toda su vida en el convento. No conoce mucho más de la vida. La superiora la insta a conocer a la única pariente viva que le queda: una tía. No está segura de querer hacerlo, pero obedece. Está segura de su vocación religiosa.
El encuentro entre dos mujeres tan diametralmente opuestas no es fácil. La tía es una jueza bohemia, casquivana y dipsómana, con un pasado en la resistencia polaca contra los nazis. Luego se hizo comunista.
La cinta es en blanco y negro. Y la moderna tecnología, se nota, porque los claro oscuros son magníficos. Dan el marco perfecto para la terrible historia que ambas descubrirán. Polonia es en mi opinión uno de los países más trágicos de la historia del siglo XX y que más duramente vivió los avatares de las dos guerras mundiales.
Ida toca fuerte en nuestras sensibilidades. La historia de los padres y el único hermano de Anna, cuyo nombre original era Ida y era judía, es brutal. El hijo pequeño de la jueza sufrió igual suerte. Asesinados a sangre fría, enterrados quien sabe dónde, en una redada antijudía de los nazis. Ambas se unen en la búsqueda de sus familiares. Tienen necesidad de encontrar sus restos, darle sepultura, de ir a ponerles flores. La lúgubre oscuridad y la nieve del invierno polaco hacen el resto y conforma un cuadro bellísimo, con una música preciosa. Una joya por donde se le mire y una película que nos deja acongojadas largo rato.
¿En qué nos parecemos Chile y Polonia? Respondería al sufrimiento en parte de nuestra historia reciente, aunque es imposible comparar 17 años de una dictadura militar, con dos sucesivas guerras e invasiones de contrapuesto signo. Me dirán en el catolicismo imperante, aunque no estoy tan segura de esta característica hoy en nuestro país. Un amigo de esa nacionalidad me lo confirmó: somos los dos únicos países en el mundo que tenemos dos Premios Nobel de Literatura, en poesía. Obviamente los polacos tienen mucho más en otras disciplinas, partiendo por la extraordinaria científica Marie Curie.
Equivalentes a Gabriela y Pablo, los polacos tienen a Czeslaw Milosz, que lo recibiera en 1980 y a Wislawa Symborska, que lo obtuviera en 1996. La poesía y los dolores son el lazo invisible entre países tan lejanos.