Equidad urbana
La igualdad es un valor vinculado a la necesidad de convivencia en comunidad. Los derechos sociales básicos, como educación, trabajo y salud, han sido incorporados en constituciones contemporáneas, además de formar parte de la Declaración de Derechos Humanos. La desigualdad, entonces, es la pérdida de la convivencia entre nosotros. Pobres o malas políticas públicas y un planeamiento territorial parcial han generado desigualdades, consolidándose así grupos vulnerables y desequilibrios espaciales.
Planificar ciudades eficientes energéticamente y equipadas físicamente ayuda, pero no es suficiente. No basta con dotar de espacio público y áreas verdes o resolver una movilidad urbana rápida y económica y diseñar una movilidad peatonal inclusiva, pues hemos olvidado lo esencial: ciudades más humanas generan el bienestar de sus habitantes.
La sociedad está cada día más exigente; un ejemplo son las movilizaciones en diferentes ámbitos que se dan en la ciudad. Más allá de las redes sociales, el espacio urbano es el soporte de nuestras vidas, pero también de nuestras necesidades y frustraciones. Nos enfrentamos al dilema de articular un hábitat sustentable entre desarrollo económico, social y medioambiental.
Eso significa aprender a administrar y gestionar la ciudad entre todos, eliminando la exclusión de la diversidad de actores y movimientos que quedan marginados por la ausencia de información, falta de educación sobre el marco jurídico que nos rige o desconocimiento de los espacios de participación. Todos, desde nuestras comunidades, barrios, trabajos, juntas de vecinos y diversos espacios de interacción social, podemos ser parte de una nueva realidad.
Tenemos el derecho y el deber de contribuir a lograr una sociedad más justa e inclusiva, centrada en la calidad de vida de todos. Una sociedad sana no resiste la actual segregación territorial, donde personas son marginadas según su lugar de procedencia o incluso sienten vergüenza de su origen. No podemos seguir cometiendo los mismos errores, o incorporar modelos foráneos sin comprender nuestras necesidades y sueños de ciudad. Aún podemos indagar hacia un modelo participativo, donde la interacción de diferentes profesionales sea fundamental. Esto significa aprender a liderar procesos en que el consenso social entregue posibilidades ciertas de visibilizar las genuinas aspiraciones de los sectores sociales.
Tenemos la oportunidad de legar a futuras generaciones una sociedad madura, que se atreve a transitar hacia la equidad urbana. Cada obra, propuesta y acción deberían enriquecer la vida ciudadana. Darnos cuenta de nuestros errores y aciertos es el primer paso hacia un futuro más feliz. Como decía Rogelio Salmona, arquitecto colombiano: "Si no nos perdemos nunca, tampoco encontraremos nunca otros caminos."