Muchos padres habitualmente tienen la ingrata experiencia de ser llamados desde el colegio debido a los problemas de conducta de sus hijos. En gran parte de las ocasiones, éstos dicen relación con pelear con algún compañero de clases, contestar mal a la profesora o destruir algo, entre otros.
No es menos habitual que una de las medidas que tome el establecimiento educacional sea la suspensión de clases. Pero una vez en casa ¿cómo abordamos esta dificultad? Lo primero es distinguir entre una travesura que se da de manera aislada, versus una conducta reiterada de disrupción escolar. En el caso de la segunda opción, como padres debemos hacernos cargo de esta situación de la mejor manera posible. En ese sentido, hay algunas consideraciones que no se deben olvidar.
Es importante que seamos capaces de controlar nuestra ira, ya que por muy cansados que nos encontremos con esta situación, no debemos corregir a nuestros hijos con golpes ya que esto deteriorará nuestro vínculo con el niño y perderemos, además, toda posibilidad de aprovechar estas oportunidades para enseñar valores como el respeto por el otro. Por otra parte, no debemos utilizar etiquetas tales como 'tonto', 'flojo'o 'desordenado', por ekemplo, pues es probable que al decirlo reiteradamente afectemos la imagen de sí mismo que tenga nuestro hijo y finalmente incorpore estos conceptos como parte de su personalidad, logrando el efecto contrario al que deseamos.
Existen algunas consideraciones a nivel conductual en las que es importante trabajar. Primero debemos definir cuál es la o las conductas que deseamos modificar y enfocarnos en ellas. Para ello, lo mejor es comenzar con los problemas que son menos significativos ya que una vez logrado estos pequeños cambios dotamos al niño y a la familia de una sensación de éxito y alegría que nos da la posibilidad de continuar avanzando hacia conductas más complejas. Otro factor importante para lograr el cambio es ser consecuente y constante. Lo último dice relación con que ambos padres sean un frente unido en torno a las consecuencias que significa el no cumplimiento de las normas y perseverar en ellas, aunque al principio no veamos los resultados esperados. Tampoco dejarnos influenciar por los llantos y pataletas de los niños, ya que con ello perdemos autoridad.
Por último, tanto las dificultades como las buenas experiencias representan una gran oportunidad de aprendizaje si las sabemos aprovechar. Es relevante ir ayudando a nuestros hijos a comprender las consecuencias de sus actos, es decir, ir paulatinamente avanzando desde un desarrollo moral basado sólo en la obediencia y el castigo, en que el niño cumple las normas sólo por temor a las consecuencias o por obtener la aprobación de sus padres y profesores, hacia un desarrollo en el que el niño logre considerar la perspectiva del otro y el daño que puede causar.
Un elemento importante para ir avanzando hacia este punto es la posibilidad que tenga el niño de reparar aquello que hizo mal, por ejemplo, si golpeó a un compañero, no basta con amonestarlo, es importante que pueda pedir disculpas y de este modo reparar la relación que ha quedado dañada.
Lisette Bazignan, psicóloga y