Con qué moral se quejan
El escándalo de las platas a granel del caso Penta sumado a los negocios turbios del Hijísimo - que, por lo demás, se le fueron a las pailas - han sido una generosa fuente de inspiración para cuanto humorista ha aparecido en público o en televisión.
En el pasado Festival de Viña del Mar, no hubo comediante que no lanzara un chiste en contra de esta casta social que es dueña de todo, lo compra todo y lo maneja todo. Tallas iban, tallas venían. Hasta que de repente algunos prohombres han comenzado a quejarse: ¿no será mucho?, ¿no se estará poniendo en riesgo la credibilidad y estabilidad política con tanta sorna, tanto vituperio?
Al chileno medio le sale del alma una respuesta: ¿con qué moral vienen a quejarse ahora? Todos estos años, y cada vez con más vehemencia, han sembrado el campo con sus pachotadas, sus desaciertos y sandeces. Hasta el más simple de los humoristas puede extraer manteca para sus chistes con sólo mirar el comportamiento de políticos y parlamentarios. Es una pega que resulta demasiado fácil, como si ellos - los quejumbrosos políticos - estuviesen escribiendo los guiones de manera gratuita para luego repartirlos a los titanes de la risa.
También debemos considerar que en su accionar los caballeros afectados suelen emular el oficio de los comediantes: quieren ser graciosos cada vez que hay una cámara o un micrófono cerca, le trabajan a la ironía y al sarcasmo, se ríen de sus propias tallas y creen que con eso están contribuyendo al desarrollo del país. Sólo les falta cantar una balada para completar un buen show. ¿Qué tal, por ejemplo, si el señor Andrade prueba suerte en el Festival de Viña 2016?
Les ha venido un estupor, sienten que su dignidad es menoscabada por cualquier de programa nocturno de televisión, cuando en verdad deberían reventar de vergüenza porque se merecen cada uno de los epítetos. Desde el regreso a la democracia, la clase política se ha configurado como una casta superior, con enormes privilegios y ventajas, casi como una novela de distopías: dioses que viven en el Olimpo y que de vez en cuando, para cosechar votos, bajan a la tierra y palmotean las espaldas de los humanos de a pie.
Y ahora ocurre que se andan ofendiendo los perlas. Como que quisieran quitarnos el último placer que nos resta: la mofa. Recuerde que hace un tiempo trataron de impulsar una ley que castigase los 'memes' que aludieran a los honorables. No nos extrañe que de repente intenten implementar una ley - como la que hubo en el pasado - que castigue al fulano que se le ocurra echar una talla loca en cualquier esquina del país y que denigre a estos pobrecitos.