Problemas auditivos y el fracaso escolar
A muchos niños de forma precipitada se les califica de hiperactivos. También se les atribuye retraso escolar por falta de atención o desinterés, sin haber profundizado en sus causas.
Se muestran intranquilos, intentan poner atención a las explicaciones del profesor y al final, cansados de no entender lo que deberían oír con claridad, claudican y se desconectan.
Estos niños no sólo oyen poco, sino que lo que oyen está distorsionado, por ello no discriminan correctamente lo que han escuchado y lo que perciben no tiene un significado claro para ellos.
Es frecuente que esta pérdida de audición se deba a un tipo de otitis, la otitis media secretora o efusiva (OMS - OME), la cual se puede pesquisar durante un test auditivo de rutina. El problema en el diagnóstico es el carácter fluctuante en la pérdida auditiva.
El mecanismo fisiopatológico involucra a la Trompa de Eustaquio, que puede presentar alteraciones bien de tipo primario (inmadurez funcional de la trompa en la infancia) o, más frecuentemente, de tipo secundario (una hipertrofia adenoidea), así como historia de alergias, inmadurez inmunológica, predisposición genética o reflujo gastroesofágico.
A su vez la membrana timpánica puede mostrar diferentes anormalidades, como alteraciones en su posición (abombada), en su coloración (opaca) y su inmovilidad frente a cambios de presión.
Si se sospecha otitis media con efusión, el niño debe ser visto por un otorrinolaringólogo, quien hará una exploración clínica y derivará al fonoaudiólogo para realizar una audiometría y un examen para observar el estado del oído medio.
En cuanto al tratamiento, éste puede ser quirúrgico y/o con antihistamínicos, descongestivos sistémicos o corticoides nasales, el uso de ellos dependerá de la causa de la OME.
Los factores de riesgo pueden corresponder a características de la persona como edad, historia de alergias, anomalías craneofaciales, hipertrofia adenoidea, inmadurez inmunológica, predisposición genética y reflujo gastroesofágico o bien del medio ambiente como infecciones recurrentes del tracto respiratorio superior, mayor incidencia en otoño e invierno, asistencia a jardines infantiles, tomar mamadera acostado, uso prolongado del chupete y ser fumador pasivo.
En cambio son factores de protección la alimentación por pecho materno y sus inmunizaciones específicas.
Es frecuente que padres y profesores que desconocen este trastorno, atribuyan la conducta del niño a la existencia de rasgos oposicionistas o inquietos y adopten medidas disciplinarias innecesarias que conllevan un deterioro importante de la relación con el niño.
Él puede ver comprometido su sentido de competencia personal o autoestima y si parte de una situación de vulnerabilidad personal, puede desarrollar un cuadro depresivo. De ahí la importancia de estar atento a los signos y síntomas que puede presentar el menor y, ante la duda, siempre es recomendable consultar.